1994
Por aquel entonces yo todavía no tenía muy clara mi homosexualidad, y lejos de entenderla como una forma de vida; la entendía como un juego, en el que me gustaba participar.
Era comienzos de verano, esa semana había hecho el examen de selectividad y estaba eufórico. Eufórico y libre de toda atadura, la novia estaba pasando unos días en el pueblo de sus padres. Así que decidí salir del pueble e irme a Sevilla, a buscar la aventura. Me puse la ropa con la que me veía mejor: un polo, caro y de marca y un pantalón vaquero descolorido que me hacia un buen culo, por aquel entonces no practicaba culturismo y lo único que tenía bien desarrolladas era las piernas, las cuales tenía marcadas y torneadas; producto de los lotes de hacer footing que me pegaba.
Mi objetivo en la capital era ir a un bar de ambiente que se llamaba Svilia, estuve una vez en él con un tío que se me ligó en mi pueblo. Tarde en localizarlo, porque no es lo mismo llegar en autobús que en coche, y por aquel entonces la verdad es que conocía poco la ciudad.
Cuando me personé en el bar, mis expectativas se fueron difuminando poco a poco, el local estaba casi vacío ( la peña llegaba más tarde según pude entender) y todo el glamour que recordaba de aquella noche, tan lleno de gente, se me antojaba frío y decadente. Y allí estaba yo , un joven atractivo e inocente con cara de no haber roto un plato, más perdido que la aguja del pajar. Me pedí una copa más por corte que por necesidad, me agarré del vaso como si fuera una brújula y me fui a dar una vuelta por el local. No recorrí ni unos metros cuando tres tíos, me abordaron cerrándome el paso.
-Hola … ¿ Donde va una cosita tan linda?- El que así hablaba era un hombre de unos cuarenta años, bastante poco agraciado, muy amanerado y que vestía poco consciente de que ya no tenía dieciocho años y en cambio sí bastantes kilos de más.
-Hombre,¡ No le hables así al chiquillo, que lo vas a asustar!- dijo uno de sus amigos, el cual parecía un clon rejuvenecido del primero, como intentando congraciarse conmigo .

-Somos feos, pero no tanto . ¿ A que no cariño?- El tercero, gordo, hortera y feo como él sólo, hacía gala de tener más plumas que sus amigos y también las manos más larga , mientras hablaba me pasaba los dedos por el pecho.
La situación me superaba, acorralado por las tres lobas; que si lo que pretendían era ligar, sólo habían conseguido intimidarme. Intenté escaparme de ellos, pero no estaban dispuestos a dejar huir a una presa tan suculenta, y siguieron interrogándome de la manera más absurda.
Yo contestaba con monosílabos, y cada vez más nervioso y agobiado, pero esto a ellos no le importaba, parecían tener una extraña competición entre ellos. Como si hubieran apostado previamente quien se llevaba el gato al agua. Y lo peor de todo, es que el gato era yo.
-¡Ah, estas aquí! ¡Vente para la puerta que nos están esperando!- me dijo un tío echándome el brazo por los hombros. No lo conocía de nada, pero le seguí la corriente completamente.
– Muchas gracias- le dije en cuanto estuvimos fuera del alcance de las tres arpías- Me tenían ya hasta los cojones.
-Siempre están así, compensan la falta de sexo puteando a los demás-dijo aquel buen samaritano con una amplia sonrisa en los labios.
Mi salvador era bastante atractivo, moreno, con los ojos color miel, con unos labios que estaban diciéndome bésame, cara de ser muy buena persona, aunque con un pero: muy delgado para mi gusto. Tengo que reconocer, que a pesar de todas esas cualidades, de lo elegante que era y lo bien que le sentaba la ropa de diseño, si no hubiera tenido ese gesto conmigo, no habría reparado en él ni un segundo. No era el tipo de hombre que llamará mi atención.
-Me llamo Juan José y tú- no acabé de pronunciar mi nombre y ya me había estampado dos besos en la cara, el gesto me sobrepaso, máxime porque estábamos en el exterior del local y a la vista de todo el mundo-¿Vienes mucho por aquí?

-No, es la segunda vez que vengo, pero la otra vez había más ambiente
-Se llena más tarde. La gente queda aquí después de cenar, se toman unas copas y después se van al Itaca.
-¿ Itaca, que es eso?
-¡Pues si que eres nuevo! Cuando sean las dos así, nos vamos para allá que ya estará “ambientao”
-Es que el último autobús sale a las doce. No tengo coche
Me pregunto de qué pueblo era, me dijo que él era de uno de Badajoz que su empresa lo había trasladado y le habían dado a elegir entre Córdoba y Sevilla y se había venido a la capital hispalense. Su verbo era fluido, no lo conocía de nada pero ya me caía bien. Decir que era amable y simpático era quedarse corto. Yo tampoco le tuve que caer mal, porque siguió dándome conversación todo el rato, con el sólo objetivo de que me sintiera cómodo.
-Oye, se me está ocurriendo una cosa. ¡Sin pretensiones de ningún tipo! ¿Porque no te vienes a mi casa a dormir? Y así puedes conocer Itaca y te vas mañana por la mañana para tu pueblo.
No supe que decir, la proposición me superó, y tuve que poner cara de no saber que estaba pasando pues JJ, soltó una de sus frases suyas que te dejaban todavía más descolocado.
-El único problema es que si ligo y me llevo alguien a casa. No podrás salir del cuarto de invitados , por si me da por hacer cositas en el salón.
-Bueno en esa caso, si – dije sonriendo – Pero déjame que llame a casa, para decirlo
Cuando volví de hablar con mi madre, la cara de mi recién conocido amigo era un poema.

-Oye,¿ tú que edad tienes?- dijo en un tono casi inquisidor
-Diecinueve voy a cumplir, por?
-Hombre, como te veo llamando a mamaita
-Sí, vivo con ellos tengo que aceptar sus reglas. ¿ No te parece?- contesté dejando clara mi postura.
-¡Oh Dios, el único niñato responsable de Sevilla, y me tiene que tocar a mi ! – dijo con total sarcasmo
-No me digas niñato, hombre, que tú no eres mucho más mayor que yo.
-Cinco años más, lo suficiente para considerarte un niñatillo- bromeó levantando un dedo en tono autoritario
El resto de la noche en su compañía fue de lo más agradable, cuando lo consideró oportuno, me dijo de irnos para Itaca; yo estaba deseando conocer aquel antro y no tenía ni idea de que me podía encontrar. Una vez allí, Juan José, como si de un cicerón se tratara, me internó en el local, mostrándome todo lo que ofrecían. Lo que más me impresiono fue un salón privado ( sólo podían acceder a él los hombres) en cuyo interior había una pequeña barra y una enorme pantalla de video donde se exhibían películas pornográficas. ¡ Porno gay! Mis ojos se pusieron como platos ante semejante espectáculo. Y lo que más me asombró, es que la gente se portaba con total normalidad. ¡No se sentían bichos raros!
La noche avanzó y mi agradable acompañante me invitó a una copa, yo de normal nunca bebo alcohol, pero me pidió un gin tonic y no se lo quise rechazar. Cada vez nos sentíamos más confianza, sus manos cada vez gesticulaban más y hacían más por tocarme. Hasta que sucedió lo inevitable: sus labios me robaron un beso. No tuve que poner buena cara, pues su primera reacción fue pedir perdón.
-No, si me ha gustado. Lo que pasa es que me da corte delante de tanta gente

-Si quieres, nos vamos a mi casa- dijo encantadoramente
-Pues sí, así no tendré que dormir en el cuarto de invitados.
Cuando llegamos a su casa, la pasión nos desbordaba, prácticamente nos arrancamos la ropa, entre besos y caricias… Yo estaba súper cortado, no porque no quisiera hacer lo que estaba haciendo, sino por temor a no estar a la altura, por mi falta de experiencia. Entonces puse en práctica una táctica, que con los años me sigue funcionándome: Me deje llevar.
Si él me abrazaba mientras me besaba, yo lo abrazaba a él con más ímpetu. Si él buscaba mi polla, yo hacía lo mismo con la suya. Estaba muerto de miedo, porque nunca había pasado una noche con nadie, lo más un polvo rápido en algún coche. Nunca nadie había tenido que compartir la culpa que me invadía después de traicionar todos los códigos morales en los que me habían instruido, tanto de forma explicita como implícita. JJ tuvo que notar mis nerviosismo ( por mucho que yo lo tratara de disimular), porque se detuvo en seco, me cogió las manos delicadamente y mirándome a los ojos me dijo:
-Tranquilo, hijo. Si no quieres no tenemos que hacerlo
-Sí, sí quiero… Lo que pasa es que…
-¿No has estado nunca con nadie?
-Hombre, sí. Me la han chupado y eso, alguna pajilla. Besos y magreos… Pero esto no.
-¡Joder, me acaba de tocar la lotería! – dijo con una sonrisa que se le iluminó hasta los ojos- Tranqui, que te va a salir estupendamente.
Sus manos comenzaron a acariciarme tiernamente, como si fuera algo sumamente delicado a lo que había que tratar con primor. Sus besos pasaron de la pasión al refinamiento. Yo creía, por momentos, que tocaba el cielo con los dedos.

Antes de pasar a la cama, nos duchamos juntos, sus manos caminaban por mi cuerpo descubriendo zonas erógenas desconocidas para mí. El agua se derramaba por nuestro cuerpo, dejándonos impolutos de los aromas de la noche. Cada vez más y, gracias a la sutileza de mi acompañante, tenía más seguridad. Mi temor a estropearlo todo se esfumaba por segundos y sólo pensaba en disfrutar del momento.
Caminamos hacia la habitación, mi polla se hinchaba a cada beso y cada caricia que JJ me propinaba durante el pequeño trayecto. Una vez allí. Me empujó a sentarme en la cama, y se agachó entre mis piernas. Sus labios buscaron mi glande, escupió sobre él y comenzó a masajearlo, lubricándolo y a la vez abriendo una puerta de placer desconocida para mí.
Cuando lo considero oportuno, me la comenzó a mamar, su boca caliente y húmeda me pareció el paraíso en la tierra… Su lengua en mi nabo, provocaba continuos gemidos de placer que escapaban de mi cuerpo. Mientras chupaba aquel miembro erecto, sus dedos buscaron el agujero de mi culo. Lo detuve antes de que empezará a hurgar por allí.
-No, eso no. No me gusta- dije con un tono mezcla de enfado y de ruego.
-¿Qué eres activo?
-Sí- en aquel momento lo creía firmemente, aunque con el tiempo descubriría esa parte de mi sexualidad que me estaba perdiendo. Y la disfrutaría ¡Y como!
-¡No hay problema, soy versátil y mi culito no va a pasar hambre hoy ! – dijo JJ incorporándose y tocándose los glúteos de un modo casi obsceno
Cuando me quise dar cuenta, me había puesto un preservativo y se había untado crema en el ano. Se sentó sobre mí, poco a poco fue abriendo su esfínter para abrirle paso a mi polla, que temerosa pero firme intentaba entrar en aquel estrecho agujero.
La sensación fue distinta a las percibidas anteriormente, estaba caliente como un coño, pero sus paredes apretaban mi pene de una forma sumamente satisfactoria.

Una vez la cavidad anal se hizo a las dimensiones del miembro viril, JJ empezó a cabalgarme, relaje todos mis sentidos y goce de aquel dulce y a la vez salvaje trotar. Cada vez mi cuerpo estaba más cómodo y me dejaba llevar por los acontecimientos, mi boca buscó sus pezones y paseo por ellos de forma circular; como consecuencia de ello los movimientos verticales de mi ocasional amante aumentaron su intensidad.
Resistí aquel embate todo lo que pude pero mi cuerpo se rindió a la dicha y me corrí. Una porción de tiempo después el esperma de JJ resbalaba por mi pecho.
Agotados como estábamos, nos pegamos una ducha y nos dormimos abrazado el uno al otro.
Después de aquel día estuvimos un tiempo tonteando, venía a recogerme al pueblo, cuando dejaba a la novia en su casa, me introdujo un poco en el ambiente de Sevilla, el cual se conocía al dedillo.
Pero era tanto su pasión por mí, que con el tiempo, se cansó de su alternancia con mi novia, y dejamos de acostarnos, pero la circunstancia hicieron que siguiéramos viéndonos, y llegáramos a ser muy buenos amigos. Los mejores. El uno para el otro, desde entonces, hasta hoy.

Nota del autor : Este relato es uno de los primeros que escribí y en su momento publiqué en otros sitios de Internet. En este caso, a diferencia de otros relatos que los he traído modificado y revisado a mi blog, he decidido traer la versión original.
De todas maneras, inconformista como soy por naturaleza, lo he vuelto a reescribir y la semana que viene publicaré la primera parte (He añadido bastantes cosas). Ya me diréis lo que os parece el experimento.

Un comentario sobre “Mi primera vez”