
23 de agosto del 2012 (04:00 pm aprox.)
***JJ***
¡Vacaciones, la mejor temporada del año! Da igual dónde estés, lo importante es poder salir de la rutina y dejar los problemas cotidianos encerrados en el baúl. Yo he dejado los míos con los pantalones de pernera de cuero y las camisas estampadas de cuello puntiagudo a lo Tony Manero. Eso sí, si al estar ocioso le sumamos tener la oportunidad de visitar un sitio encantador o uno donde poder relajarnos como Dios manda, crecen las posibilidades de que podamos tocar la felicidad con los dedos y, si se tercia, hasta con la punta de la polla.
Este año, en vez de optar por conocer otras culturas y sitios pintorescos, he decidido venirme a los Caños de Meca, una playa nudista de Cádiz, donde el petardeo está a la orden del día. Como lo de viajar en solitario con la única intención de pegarse el lote de follar está feo (máxime si uno tiene ya novio), me he traído a mi pareja y a mi mejor amigo, Mariano, para que me toquen las palmas mientras hago lo que mejor sé hacer: lo que me da la real gana sin importarme nada de nadie.
Bueno, he de reconocer que lo de que el curita sea nuestra carabina, no ha sido del todo idea mía. Ha sido una sugerencia/orden de mi chico quien, desde que nos conoció, está obsesionado con la idea de hacer un trio. El muy iluso se pensó que éramos pareja.
No sé qué mierda de química debió ver entre nosotros para llegar a la conclusión de que el curita y yo estábamos liado ¡Pobrecito con lo guapo que es y lo listo que parece, a veces me da la sensación de que todavía no ha dado con el guindo del que se tiene que caer!
Guillermo está convencido de que, con el rollo de la playita y el sol, mi amigo estará más desinhibido de lo habitual y será una presa fácil para caer en nuestros juegos libidinosos. ¡Ay, miedo me da en dónde pueda acabar todo esto! Pero en fin, ¿qué carajo es la vida sin riesgos?

Si algo se tuerce, ya me inventaré algo para enderezarlo, porque, como dice mi tío Paco, en este mundo todo tiene solución menos la muerte.
En algo en lo que no he estado muy acertado, si mi intención era que Marianito se relajara y fuera propenso a meterse en la cama con mi chico y conmigo, ha sido en lo de invitar a las Másqueperras a pasar un día de playa con nosotros. Muy bondadoso, muy generoso para algunas cosas, ¡pero qué egoísta soy para otras! Aunque creo que más que egocentrismo, ha sido falta de empatía.
El pobre de mi amigo del alma todavía no ha descubierto que fuera del armario no te come nadie, ni te pasa nada, que como mucho te comes algún que otro maromo curioso, que ve el cielo abierto cuando sabe que te van los rabos y te entra a la primera de cambio.
Ha sido enterarse que las cuatro locas esas iban a venir, se le puso una cara de tierra trágame que no se la saltaba un guardia. Está aterrorizado porque cualquier conocido la pueda ver con ellas y sume dos más dos, ¡como si la gente no tuviera calculadora ya para saber de qué pie cojea cada uno! En fin, las mentiras con más larga fecha de caducidad, son las que se cuenta uno a sí mismo y las que más daño te hacen.
Menos mal que el muchacho es noble hasta decir basta. Le ha bastado ir conociendo un poco a a las cuatro artistonas, para ir congeniando con ellas y, aunque tampoco va a quedar con las travestis para tomar un café, ni nada por el estilo, tampoco se ha comportado de un modo más seco de lo habitual en él. ¡El pobre el día que repartieron la gracia en su pueblo, se puso enfermo con calenturas maltas y le tocó las zurrapas.

Es más, creo que le va a sacar rendimiento a su corta estancia. Se han contado tantas historias cochinas y tan variadas que, de alguna al menos, va a sacar material suculento para esa página en la que él escribe. Si la de Sorippegy con los dos camioneros me pareció increíble, la de Caro con Ramón Spike, me ha resultado de lo más surrealista.
Aunque la Édith Piaf sevillana ha sido muy pudorosa y no ha dado excesivos detalles sobre su momento sexual, todos los allí presente no lo hemos imaginado a la perfección, con lo que no quiero ni pensar la de pajas que se van a inventar los lectores de mi amigo cogiendo como escusa lo que él pueda llegar a escribir con su morbo particular.
Si algo tiene característico el ser humano, en lo que las tribus sociales de travestis o los homosexuales no vamos a ser menos, es que es envidioso por naturaleza y, algunos de los presentes, en vez de alegrarse por el buen polvo que la transformista gótica hecho aquel día, está aprovechando para criticar al Osito.
Se pensaran que con sacar a relucir los defectos del Spike, fueran a minimizar la circunstancia de que Caro llegó a contemplar Pamplona en toda su plenitud. La primera en sacar las uñas afiladas para destripar a Ramón, es Miss Triana Lengua Viperina.
—Maricón, reconozco que el tío tiene un buen revolcón, pero a mí me parece más falso que Judas y más tonto que cogerse el coño con la tapa del wáter.
Por unos momentos, tras la grosera y bajuna afirmación de Susana, se hace el silencio. Mariano y Guillermo aprietan los labios temiendo lo peor. Ambos tienen la sensación de que la momentánea paz se ha roto y de un segundo a otro aquellas cuatros se van a poner verde unas a otras, al son del lindo grito poligonero.
Sin embargo, yo que las conozco mejor, sé que nada une más a estas que criticar a cualquiera que les vaya mejor económicamente y socialmente que a ellas. Se ha abierto la temporada del despelleje hispánico y la primera en sacar la navaja de Albacete es Espe Macarena.

—Mujer, la experiencia me ha enseñado que chasis y rendimiento no son dos cosas que se dé al mismo tiempo en esta categoría de individuos. Ya saben lo que dicen: « La Belleza es una carta de recomendación a corto plazo». Si están como un queso, lo más común es que sean mala gente, o más simples que el mecanismo de un sacapuntas.
—Pues yo diría que el cocacolas es mala gente directamente —Responde la trianera —, es de los que te ve por la calle y, si puede evitarlo, no te saluda porque no estás a su nivel social.
—Tampoco creo que sea demasiado inteligente que digamos — Recalca Sorippegy haciendo un mohín propio de tertuliano del “Sálvame”.
—Un lumbrera no es, pero tiene sus estudios.
—Sí, Espe, pero tú ya sabes cómo son la gente bien, se van a una Universidad privada, o de recomendados a una pública, y le dan los másteres como el que se compra las albóndigas de reno en el IKEA. Así que por muchos títulos que tenga,, no me creo na de na.
Las palabras de Susana me dan la sensación de que remueven algo en el interior de Caro, pues hace un mohín de desagrado bastante visible. Por lo que me aventuró a imaginar, que aunque fuera solo una noche de pasión, fue tan fuerte que todavía siente algo por el Spike. No obstante, fiel a su lema de no me meto en jaleos que me estresan, la descansá baja la mirada y, si tiene algo que decir, decide no compartirlo con los demás.
—Maricón, con un padre que ha estado metido en cien mil chanchullos y ha sido imputado por lo de las crediblac, no querrás tú que el hijo salga hecho un “boy-scout” y se ponga a clavar los codos estudiando. Que trabajar es para las ordinarias y las tiesas como nosotras.
—Ya quisieras tú que se te pusiera tiesa, maricón —Interviene Susana con su particular “simpatía”.

—Ni falta que me hace, mis múltiples amantes prefieren que el tiburón se eche la siesta mientras disfrutan de mi chochito.
—¡Chicas, chicas, a ver si somos ordenadas! —Interviene con Sorna Espe Macarena —No estábamos poniendo a parir al cocacolas, pues sigamos haciéndolo. Ya tendremos tiempo después de decirnos lo zorra y puta que somos.
—Por una vez te tengo que dar la razón. No sabe el diablo por diablo…
—Pues eso, que este tío es más falso que un billete de seiscientos euros—Prosigue la rubia madrileña sin darle ninguna importancia a la indirecta de la trianera,
—Completamente de acuerdo —Sory al decir esto se pone muy tiesa y se retoca el pelo como si estuviera siendo grabada por una cámara de televisión—. ¿Sabes de que va por la vida el muy cabrito?
—Sí, de solidario y de ONG andante. Todo el día que si los excluidos socialmente por aquí, que si los emigrantes por acá, que si las mujeres maltratadas por allá… ¡Mamarrundias! Yo esta gente tan de izquierdas y con tantos valores sociales, los veo como los curas pederastas, mucho golpe de pecho, muchos evangelios y mucho celibato, pero en cuanto ven a un niño a menos de diez metros se le olvida Dios, la puta madre de Dios y les falta tiempo para metérselos debajo de la sotana para que le tire del badajo.
Escucho decir aquel “sacrilegio” a Espe y busco la reacción del curita, pero parece que hoy está haciendo un Master, y de los de verdad, en curarse de espanto, porque ni siquiera frunce el ceño ante la enorme barbaridad que la madrileña ha soltado por esa boquita.
Sintiéndose amparada por sus compañeras de oficio, Susana vuelve a sacar el cuchillo desollador que tiene por lengua y prosigue hablando mal del Spike. Se lo está pasando en grande por una vez que no es ella a la que está despellejando.

—A mí, particularmente, me da igual que el cocacolas tenga uno o trescientos másteres, que presuma de ir de estar con los más necesitados y después se compre un chalet a tutiplén de lujo, a mí me la suda que, amparándose en su superioridad moral, te mire por encima del hombro, a mí lo que me joroba es lo que ha hecho con las ancianitas del Barrio de la Hermandad del trabajo.
—¿Qué ha hecho, Susi? —Pregunta Caro casi susurrando.
—¡Maricón, deja de estar en los mundos de Yupi, que no te enteras de na! Le empresa familiar le tenía arrendada unas viviendas de alquiler antiguo a unas veinte ancianitas. Él, ahora que su padre va a ir al trullo, se ha hecho cargo de sus negocios y le ha vendido el inmueble a un fondo buitre de esos.
—Eso no puede ser —Interviene Mariano, quien hasta ahora ha permanecido más callado que una puta —, eso está prohibido por ley.
—Pero, ¿quién había hecho eso no había sido el sobrino de Anita? —Pregunta Caro con una voz casi inaudible y que es ignorada por todos, en especial por Susana que, respondiendo al curita, prosigue con su monologo de “Doce horas acuchillando a Ramón”.
—Maricón, pero quien hace la ley hace la trampa. Yo lo único que te puedo decir es lo que le pasa a una prima de una amiga de mi madre que vive en Triana. La pobre señora tiene ochenta y pico de años, ahora está buscando un piso porque los del fondo buitre le ha subido la renta y, como con la pensión que tiene no puede pagarla, los muy becerros la van a poner de patitas en la calle. La buena mujer tiene un disgusto que veremos si no se termina muriéndose de la pena…
—Ahora con el boom del turismo, como esos pisos están tan cerca del centro y tal, lo que buscan es echarla para alquilarlas a precio de oro —Le recalca Sorippegy, arrimándose un poco más su rodilla a la de Mariano, quien se ha metido tan de lleno en la conversación que ni se cosca ante aquella invasión de su espacio vital.

—Los arrendadores, si los alquileres son de renta antigua, en caso de transmitir los nuevos inmuebles, obligaran a los nuevos propietarios a mantener los precios estipulados en el contrato vigente con el anterior propietario, sino caerían en fraude de ley —Dice Mariano con su mejor voz de niño sabiondo, tal como si estuviera en un casting para “Ley y orden: unidad de maricones especiales”.
Durante unos segundo, Espe Macarena se queda mirándolo fijamente, por como resopla y cabecea, tengo la sensación de que está contando hasta un millón para no decirle algo muy fuerte y alguna que otra palabrota con muchos pelos.
Mi amigo, muy bueno, muy santo y muy to. Pero cuando se pone tiquismiquis, tiene más malaje que un muerto. ¿No se da cuenta de que es una conversación sin importancia? ¿Por qué tiene que convertirlo todo en algo serio y transcendental? No solo falto a clases el día que repartieron la gracia, también lo hizo el día que asignaron la frivolidad. ¡Qué chiquillo este!
Creo que no me queda más remedio que intervenir y sacar mi lado más payaso, si no quiero que el curita termine haciendo el ridículo más de lo necesario y después se esté sintiendo culpable hasta el día del Juicio Final. Con lo que lo que nos resta de vacaciones va a ser de un “divertido” que te cagas…
—Hijo mío, parece mentira que seas tan listo para unas cosas y tan torpes para otra —Intento que mi voz tenga un voz entre sarcástico y condescendiente, bastante tragicómico para que se note que estoy de coña —Como bien sabes, está la teoría, la que nos enseñaron en la Uni, y luego existe la realidad de todos los días. Esta gente que le sale la pasta hasta por el ojete, se contrata a un abogado caro, muy elegante, con muy buenas palabritas y hacen con la ley lo que sale de las pelotas. A mi estos pijoflautas, y puedo decir que conozco unos cuantos, que van de lucha proletaria y hippies, al final les gusta más el dinero que a un tonto un lápiz. ¡Mucho “Welcome refugee”, pero para mí un chalet en una zona residencial cara y un jet privado!

Me quedo sin saber si mis palabras han conseguido su objetivo o no, es más, creo que no hubiera sido necesario que me pusiera tan malodramático, ni que hubiera gastado tanta saliva. En el mismísimo instante que estoy haciendo mi improvisado monologo, pasan unos cuantos maromos en dirección al sitio del cancaneo y cualquier cosa que yo pudiera estar diciendo pasa automáticamente a un segundo plano.
De manera fulminante las miradas de Espe y Susana se clavan en sus traseros como si fueran dardos. A las muy calentorras, para que la escena fuera propia de una película para adolescentes descerebrados y salidos, solo les falta salir jadeando como perras salidas.
Lo cierto y verdad es que dos de ellos están para hacerle un favor y que te lo devuelvan con intereses, los otros, aunque no están en el encaste de empotrador ibérico, tampoco se le diría que no en periodos de sequía. Con lo que entiendo que estas cuatro, que no pillan cacho desde que Madona era virgen, se les haga el culo pepsicola nada más verlos.
Por su reacción, llego a la conclusión de que Espe es de mi misma opinión y nada más que los ve subir por el sendero de piedras que lleva a la cala del amor libre, le hace un gesto a Sorippegy y le dice:
—¿Te vienes? Lo mismo a uno de esos exploradores le van las maduritas interesantes…
—O las gorditas con sex-appeal.
—Yo me voy con ustedes con una condición—Dice Susana, retocándose el pelo con las manos, como si con ello pudiera arreglar el estropicio estético que la madre naturaleza ocasionó con ella.
—¿Qué condición? —Pregunta Soryppegy extrañada.
—Que, para que no nos espante los ligues, la hipopotama meta la barriga pa adentro.
—¡Tienes un morro que te lo pisas! ¿Cómo te atreves a llamarme hipopotama a mí?, si tú estás más gorda que yo.

—Miarma en esto de las gorduras pasa como con todo, siempre ha habido clases. Tú eres hipopotama y yo soy elefanta, que pa eso soy más buena moza. Una elefanta que ha aprendido a no respirar sin ponerse azul… Así que mete la barriga pa dentro, si quieres comerte un nabo desechao por gordo.
—¡Qué puta eres! —Protesta Sory con una sonrisa, a la vez que intenta esconder su enorme barriga en la zona lumbar.
—La mitad que tú —Le responde Susana echándole el brazo por encima, como si fueran amigas inseparables y unos minutos antes no hubieran estado a punto de sacarse los ojos mutuamente.
Tras ella dejan a Caro y a Espe que se miran como no dando crédito a lo que están viendo.
— No sé para qué vamos a ir, si lo más seguro es que sean heteros y lo más bonito que nos van a decir va a ser maricón de mierda —Protesta Caro con un pequeño hilo de voz.
—¡Mamarrundias! ¡Tú siempre tan optimista! Estos han dejado a sus santas esposas al otro lado de la playa y se han venido a ver que pescan, les da igual donde tengan el coño si delante o detrás. Lo que yo digo: «En tiempo de guerra, todos los agujeros son trincheras».
Sin esperar una respuesta por parte de Caro, la coge por la mano y se pone a cantar.
♫♫ Una mano pide el cielo
La otra en el cajón del pan
Hay manchas de grasa
De llanto, de tinta
Estoy harto de tanto frotar
Yo que soy tan guapa y artista
Yo que te merezco un príncipe, un dentista, ¡yo!
Me quedo aquí a tu lado
Y el mundo me parece
Más amable
Más humano
Menos raro♫♫
No ha terminado de cantar y vemos a las cuatro trepar por la ladera como si fueran cabras, pero sin la habilidad de estas. Porque mis amigas muy artistas y tal, pero el ejercicio físico me parece que les produce urticaria. Para ellas hacer deporte consiste en pagar rigurosamente la cuota del gimnasio, o sea que son de las mías.
Guillermo, Mariano y yo nos miramos atónitos. El descaro con el que estas cuatros se han ido a buscar el nabo perdido nos ha dejado sin palabras.
Sin embargo, tengo la sensación que para el curita es todo un alivio que se hayan ido. Nada más que desaparecen por el horizonte, se acomoda debajo de la sombrilla y, sin decir ni mu, se tiende a dormir la siesta.
Mi chico por el contrario tiene ganas de pegarse un baño, me invita a ir con él, pero le digo que no porque no tengo demasiadas ganas de agua. Al igual que mi amigo, me apetece ponerme en modo off un poquito. Sentir como el sol me da en la cara y olvidar que el resto del mundo existe es algo que viene muy bien de vez en cuando y este momento me parece de lo más indicado para ello.
Aunque hago un esfuerzo en relajarme por completo, no me consigo quitar de la cabeza la imagen de la descansa pegándose el lotecon el armario de tres puertas del Spike. Entiendo que para un individuo como Mr. Oso, acostumbrado a tratar a gente híper superficial y demás, encontrarse atraído por alguien tan “friki” como la travesti gótica, tuvo que ser todo un shock emocional. Sé que el tío es reversible como yo, pues, a pesar de la pinta de macho alfa que tiene, lo veo más de muerde almohada que de sopla nuca. Bueno en eso también tiene que ver mucho mi experiencia vivida con él.
¡Ay, Virgencita del abrigo de pana! ¡Qué tiempos aquellos en los que para echar un buen polvo en condiciones no tenía que ponerme romántico y decir tropecientas veces « Te quiero»! Eso sí, no cambio a mi niño por nada en este mundo, es lo mejor que me ha pasado…

Noviembre 2010
Habían pasado casi tres meses de lo sucedido en Galicia y todavía no me había recuperado anímicamente. Resultado más que lógico de tensar la cuerda de la promiscuidad hasta que se terminó rompiendo, arrasando con todo lo que cogió por delante.
Jugar con fuego, achicharrarme y Mariano como víctima colateral de mis movidas. Aun no entiendo cómo no me retiró la palabra por siempre jamás… Nunca podré agradecer a Paloma y a Óscar su ayuda, de no ser por ellos no sé qué nos habría pasado. Lo peor fue que mis planes de futuro con mi antiguo compañero de internado se fueron a la mierda, pues como me dijo: «No le gustaba la persona en que me había convertido». En fin, como sentenciaba mi tía Enriqueta: «Lo que no está para uno, no está para uno»
Aunque bien está lo que bien acaba, quedé bastante tocado. Menos mal que Evaristo, a pesar de nuestros escarceos sexuales, volvió a admitirme como paciente, sino no sé si hubiera podido soportar tener que contar toda mi vida a un nuevo terapeuta. Aun así, a pesar del montón de euros que me he gastado en ordenar mi psique, mis ganas de ir por la vida tirándome a todo tío bueno que se me pusiera a tiro habían disminuido notablemente.
No obstante, que fuera más recatado, no quería decir que me hubiera convertido en una monja de clausura. La única precaución que tomaba era que los tipos con los que follaba tuvieran alguna referencia, ya fuera mía o de gente conocida.
De cualquier modo, estaba tan tocado que, ante la menor rareza por parte de mis ligues ocasionales, se me ponían las antenas tiesas, me buscaba cualquier excusa y cogía las de Villadiego, todo fuera por no llevarme ninguna sorpresita a la hora de meterme en la cama con un desconocido.
A decir verdad, si ante cualquier excentricidad por parte de los machos que me iba encontrado en mis noches locas, yo salía corriendo, la promiscuidad perdía bastante morbo y el sexo se estaba volviendo cada vez más monótono, por no decir aburrido.

Aquel viernes noche, tras un montón de vueltas sin sentido, había acabado con Irena, una chica de género no binario, bastante maja, pero más rarita que las películas del Kubrick.
Lo más característico de elle era que, por aquello de dejar claro su identidad sexual se expresaba en género neutro. Dado que tenía la mala costumbre de cambiar a las palabras de terminación, armaba tal galimatías a la hora de hablar, que como la gente no se enteraba de la misa la media cuando contaba algo, le acabaron poniendo el mote de Irena Nomentero.
Lo curioso es que aquella broma, lejos de disgustar a mi amigue, le parecía una especie de aceptación por la gente que la conocía y había adoptado aquel apodo como sus señas de identidad. Firmaba como Irena Nomentero y le había escuchado decir en más de una ocasión que se quería pasar por el registro para poner ese nombre en el documento nacional de identidad.
Como me gusta más un fikri que a un maricón un cipote, coincidimos en una terraza al principio de la noche y, tras cenar en uno de los bares de la Alameda de Hércules, decidimos ir a tomar una copa al “Men to Men”. Un local que, como su nombre indica, era muy, pero que muy gay.
Allí mientras intentaba discernir, y sin reírme, el verdadero significado de los trabalenguas que salían de su boca, se nos acercó un individuo que no es que estuviera bueno un ratito, estaba para llevarse diecinueve días y quinientas noches saboreándolo. Era de los tíos que nada más verlo te pones cachondo y en tu cabeza solo queda sitio para un único pensamiento: « A este tío me lo follo.¡Ya!».
—Jota, esto es Ramón un amigue mie.
Miré al pedazo de hombre que tenía delante de mí. No sabía qué me ponía más, si sus ojos verdes, su carita de tipo duro, una barba corta y morena o unos labios carnosos que te estaban pidiendo a gritos que los besara hasta morderlos. Fuera lo que fuera, por primera vez en mucho tiempo, tuve la imperiosa necesidad de meter a un hombre en mi cama. Nada más verlo, sentí como se me aceleraba el pulso y mi mente se puso a construir escenarios idílicos donde ambos acabamos compartiendo nuestros cuerpos de muy variadas formas.

Ramón Spike
No tenía ni zorra idea de si era buena o mala persona, si era simpático o un imbécil con muchos humos… Lo ignoraba todo de él, aunque lo único que tenía claro era que estaba para rabiar de rico y dejé que mis impulsos más primarios controlaran mi mente, dejando en ella espacio solo para un único pensamiento: meterme dentro de sus calzoncillos.
Tuve que hacer un enorme esfuerzo para domar mis instintos más perversos y no echarme sobre él como una perra en celo. Entre otras cosas, porque podía hacer un ridículo de lo más espantoso. Así que me limite a ser diplomático y simplemente le tendí la mano para saludarlo.
Para mi sorpresa, el macho empotrador que tenía delante, acercó su cara a la mía y me pegó dos sonoros besos. Aunque suene más cursi que un bolero de Luis Miguel, sentir su duro cuerpo tan pegado al mío hizo que se me erizaran los pelos del cogote y el corazón se pusiera a latir compulsivamente por su cuenta y riesgo. Llevaba tanto tiempo poniéndole freno a mis emociones que la lascivia que me embargaba, me tenía pletórico.
La oscura sombra de los fatídicos sucesos de Galicia oscilaban como un péndulo sobre mi lívido y, tras ver como todo se salía madre por no saber tener la churra quieta, me había auto impuesto la obligación de considerar el sexo como una simple necesidad fisióloga, un simple desahogo al que le intentaba quitar cualquier relevancia que pudiera tener.
Sin embargo, la atracción que despertaba en mí el armario de músculos y testosterona que tenía ante mí, estaba consiguiendo que bajara la guardia por primera vez en mucho tiempo y me volviera a comportar como el colegial inocente que creí haber dejado olvidado por siempre jamás.
Como me di cuenta de que estaba perdiendo los papeles de una forma asombrosa, hasta para alguien como yo. Así que, con la única intención de no quedar como un desecho del ambiente, me vi en la obligación de sacar a pasear mi yo más irónico, sínico y frívolo.
Sin anestesia y con total descaro, le solté una fresca de las mías.
—Hijo mío, cómo vea otro tío más de metro ochenta con barba, voy a tener que preguntar si esto es un bar gay o un congreso de leñadores…
Ramón se me quedó mirando, no sabía si reírse o mandarme a la mierda, analizó la cara de Irena e hizo lo primero. El chiste era bastante malo, no le había hecho gracia, pero tendió por ser educado y mostrarme una sonrisa de lo más forzada.
—No le hages casa, mi amigue es un bromiste. Anda quédate y tomate un copo con nosotres, que hace mucha tiempa que no nos vemes.
Cuando soltabas esos soliloquios casi ininteligibles, la voz de Irena, lejos de ser pausada, era de lo más histriónica. Si a eso se le sumaba que no paraba de mover los ojos, hacer mohines exagerados y hacer aspavientos con las manos, era harto complicado que su mensaje llegara a sus receptores, en aquel caso el osito buenorro y yo .

No sé hasta qué punto el Spike la conocía, pero me dio la sensación de que le pasaba como a mí, que coincidía con ella de higo a breva y, al igual que yo, se enteraba a medias de lo que decía. Nos miramos, pusimos cara de circunstancia y reprimimos una carcajada por no herir los sentimientos de nuestra común amiga.
Fuimos a la barra para pedir nuestros “copos”. Ramón se pidió un gin tonic de ginebra de fresa, Irena un vodka con limón y yo un ron cola.
—Es todo un personaje la amiga —Me dijo aprovechando que la chica intersexual estaba saludando a unos “amigues suyes”.
—La verdad es que es única e irrepetible.
—¿Tú te enteras de todo lo que dice?
—No, pero pongo cara de interesarme mucho todo lo que me cuenta y quedo como un señor.
—¡Qué cabrón! —Dijo sonriéndome y pegándome un sonoro golpe en el hombro, que me dejó claro que su físico no era solo fachada, sino que también tenía un buen directo. Con lo que me quedaba claro que me convenía ser su amigo y meterme los chistecitos sobre su estética en el lugar más visitado de mi anatomía: el culo.
No sé si el atractivo osito se había olido que me sentía atraído por él, el caso fue que el tío se puso a flirtear conmigo de un modo que sin ser descarado, era una provocación en toda regla. Desentrenado como estaba en que tíos, y tan perfectos como él, me metieran cuello, opté por no ponérselo fácil, sobre todo porque no me sonaba a que buscara rollo conmigo, sino que simplemente buscaba alimentar su ego. Uno que tiene mucho mundo corrido y sabe que en el mundo no hay cosa que se la ponga más dura a un tío bueno, que le recuerden lo guapo, lo simpático y lo listo que es.

Como no estaba por ponerle las espaldas anchas, ni los huevos gordos a nadie, intente mantener la cabeza fría, pero mi polla se había independizado e iba por su cuenta y riesgo. Cuanto más tiempo pasaba con él, más cachondo me ponía, porque además de estar como un queso de bueno, resultaba simpático, buen conversador y mucho menos imbécil que la mayoría de la fauna que pulula por el ambiente gay.
De no haber sido yo un cuarentón con más horas de vuelo que las maletas de Jennifer López, me habría pensado que aquello podía ser el principio de una gran amistad. Pero como no estábamos en “Casablanca”, sino en un antro cuya zona más visitada era el cuarto oscuro. Llegué a la conclusión de que lo mejor que nos podía pasar a ambos sería que echáramos un polvo que no se nos olvidara en la puta vida.
Tuve que agradecer que Irena no se apartara de nuestro lado, pues me fue mucho más fácil meterme en el papel, que tan bien se me da interpretar, de frívolo y superficial. Unos cuantos chistes manidos más tarde, el musculitos de labios carnosos dejó de coquetear conmigo y se metió de lleno en una conversación intrascendental, cuyo único provecho fue echarnos unas buenas risas.
A mi amiga, la del género no binario, le dio por salir a fumarse un pitillo, como no quería quedarme solo con el maromo de ojos verdes y sucumbir a la tentación, dije de acompañarla y así aprovechar para tomar un poco el aire de la noche. Tenía el corazón tan acelerado y el tío me gustaba tanto que no sabía cuánto tiempo iba a poder seguir refrenando lo que me pedía mi cuerpo que hiciera, que era lanzarme sobre él y meterle la lengua hasta la campanilla.
No había acabado Irena de echar humo, cuando vimos salir a Ramón del “Men to men” poniéndose el abrigo, por lo que tuvimos claro que se marchaba. Al vernos, se acercó para despedirse.
—¿Por qué no te quedas un rate más con nosotres? —Sugirió Irena elevando el cuello, como si con ello pudiera hacer más potente su petición.
—No, cariño. Prefiero irme. Llevo toda la semana sin mojar y como no eche un polvo hoy me van a doler los huevos hasta el infinito y más allá.
Utilizar la sacrosanta frase de Buzz Lightyear en aquel contexto era una brutalidad propia de un taxista del aeropuerto. Por lo que escucharla salir de la boca de un niño pija, me pareció de lo más incongruente. Mi amiga, que lo había tratado mucho más, no puso cara rara, por lo que consideré que quien no lo conocía lo suficiente era yo. Era obvio que bajo su refinamiento al vestir, su peinado fashion y su perfume última tendencia, se encontraba un neandertal todavía por pulir.
—¿Te vas para a Ítaca? —Pregunté yo, seguro de que la respuesta sería afirmativa.
—No, paso de follar en un cuarto oscuro, me voy a la sauna de Nervión. No hay nada más sano que ducharse después de echar un polvo.
—Pues que usted lo disfrute y si es posible más de una vez—Le respondí, regalándole la mejor de mis sonrisas picaronas.
Tras darnos sendos besos a mí y a Irena, se marchó.
Durante unos momentos estuve sopesando el irme con él, pero me daba no sé qué deja a mi amiga allí sola. No sé qué cara tuve que poner, pues ella, en un alarde de esa sinceridad que la caracterizaba, me dijo:
—¡Vete con él! No te preocupes por mí, estoy acostumbrade a quedarme sole. Ya encontraré a alguien con quien pasar le noche.
La miré estupefacto, no sabía cómo actuar ante tal muestra de franqueza, puse cara de “¿Verdad que no te importa?” y antes de que pudiera decir esta boca es mía, me apremió a que me fuera diciendo:
—Muy pocos veces es tan descarade, si ha dicho lo de ir al sauno es porque le gustas, y lo dijeras de irte con lo… ¡Anda, corre, que se te va! ¡Es un buen tie, confía en mí!

Le di dos sonoros besos y cogí la calle Amor de Dios en dirección a la parada de Taxis cercana. Mientras aceleraba el paso, me di cuenta lo que estaba haciendo. Estaba volviendo a caer en la tentación del sexo sin pensar en las consecuencias y aquello me rizaba un poco los pelos del cogote (y no era por el frio).
Todavía mi ceguera ante la maldad que alguna gente encerraba, pesaba como la losa de una tumba en mis recuerdos recientes y, como estaba dejando claro con mi comportamiento, no aprendía en absoluto de mis errores pasados. Dicen que nadie escarmienta por cabeza ajena, en mi caso ni por la propia.
Estaba siendo tan inocente como con los dos de Cañete, tan confiado como en la partida de billar en Granada, como con los dos holandeses en la sauna o como con el “colecciona morbo” en Galicia. Sin embargo, no podía vivir siempre con miedo, debía sacar el valiente que llevaba dentro y dejarme de cobardías.
Me repetía a mí mismo que iba a un lugar seguro: la sauna de Sevilla, era un conocido de Irena, nada podía salir mal. Debía dejar mis desconfianzas y mis dudas encerradas de una vez, porque al final no se le pueden poner puertas al campo y las cabras como yo, siempre tiramos pa el monte. Aunque este esté muy oscuro y haya muchos lobos dispuestos a devorarte.
Por mucho que aligeré, no conseguí llegar a tiempo y me tuve que conformar viendo cómo, sin percatarse de la persecución a la que lo había sometido, Ramón se marchaba en un taxi. Estuve tentado de pegarle un grito y decirle que se parara, pero dada la distancia y el ruido ambiental, me pareció inútil, por lo que preferí subirme a otro.
Casi le suelto al conductor la peliculera frase de “¡Siga a ese coche!” y echarnos unas risas para romper el hielo, pero no tenía la cabeza yo para demasiados chistes. Estaba intentando asimilar el loco desenfreno en el que me estaba metiendo de lleno y me limité a decirle con una voz, entre amable y autoritaria, que me llevara, por favor, a la calle Céfiro. El tío, un cuarentón metidito en carnes, varonil y bastante atractivo, me miró por el rabillo del ojo, como perdonándome la vida y se sonrió por debajo del labio.

Estuve tentado de soltarle una fresca por lo condescendiente de su gesto, pero estuvo mejor no hacerlo, pues no podía estar más equivocado. Estaba claro que no lo había interpretado bien del todo , eso o que mi radar para personas bordes tenía que pasar la ITV pues no funcionaba demasiado bien.
Aquel hombre, con la única intención de que el trayecto fuera más ameno, puso la radio más baja y empezó a darme conversación. Algo que en otras circunstancias me hubiera parecido de lo más agradable, pero con los nervios a flor de piel, tener que estar pendiente de sus palabras, me resultó de lo más irritante. Una charla que, mire usted por donde, desembocó en mis preferencias sexuales.
—Yo la verdad es que a los gays os respeto mucho. Hay que tener muchos guevos para decirle al mundo que te gusta un hombre. Porque la gente mucho rollo de aceptación y tal pero, te lo digo yo que vivo la calle, todavía queda mucho rancio suelto de misa diaria que creen que sois unos pervertidos. Cuando en realidad el problema lo tienen ellos, sobre todos a los que no admiten que os odian tanto porque a ellos también les gustan los hombres.
—¿Y tú que piensas?
Guardó silencio durante unos breves segundos, se tocó sutilmente el paquete, como si le picara y, tras carraspear levemente, me dijo:
—Que sois personas normales y corrientes. A mí no me gusta la carne, prefiero el pescado, pero quien quiera comerlo que lo coma. ¿O vamos a tener que comer todo lo mismo?

Mientras escuchaba aquel pequeño tratado de filosofía urbana que me estaba soltando el taxista sobre la dieta mediterránea. Deslicé mi mirada hacia su entrepierna, no sé qué carajo pasaba por su mente, ni qué le excitaba tanto, pero el tío, al hilo de la confusión, se estaba empalmando, o llevaba una pistola en el bolsillo. Por cierto, un arma de bastante calibre según pude vislumbrar.
Como no tenía yo los cojones para florituras, ni experimentos extraños, me limité a asentir a su pequeño discurso y apenas le di mi punto de vista, para no darle píe y hacerle creer lo que no era.
En otros tiempos, hubiera lanzado la caña para ver si picaba y, si se hubiera terciado, le habría comido la polla o lo que se terciara en un descampado solitario. No iba ser la primera que un taxista de la noche sevillana, terminaba sustituyendo un buen coño por mi boca o mi culo.
No obstante, me seguía dando mucho pavor entablar una relación sexual con un desconocido. Me había vuelto tan desconfiado que, tras sus aparentes palabras de comprensión, me supuse una especie de trampa. Estaba tan tocado del ala que me imaginé compinchado con una pandilla de skinhead que me daban para el pelo en el lugar solitario que habíamos escogido para desfogarnos.
Aunque el tío estaba en mi look de macho empotrador y parecía legal. Mis terrores habían salido a pasear y, pese a que estaba siendo cauteloso en extremo, me entro un poco de pánico por lo que dejé de clavar mis ojos en la prominente estaca de carne que se veía bajo su bragueta.
—¿Coges muchos taxis?
—Sí, bastantes.
—Si quieres te doy mi tarjeta personal y cuando necesites uno me llamas. Si no pasan por el radio taxi, te hago un descuento en la carrera.
—Vale —Dije educadamente, con cierta desgana.

Fue todo un alivio llegar a la esquina de la calle Céfiro. Pagué la carrera, cogí su tarjeta personal y nos despedimos cordialmente, con la promesa de que cuando necesitara que me llevaran a algún sitio contaría con él. ¡Qué manera más descarada y sutil a la vez de quedar para echar un polvo!
En aquel momento, dado mi estado de ánimo, me la guardé en la cartera con la intención de no usarla nunca. Pero lo cierto y verdad es que, aunque tarde en llamarlo, lo hice y Eduardo, que así se llamaba mi taxista salidete, demostró ser todo un semental en la cama y muy buena persona. Pero en aquel momento solo consiguió despertar unas oscuras vivencias que, por mucho que me empeñaba en enterrar, seguían atormentándome de forma encarnecida.
El trayecto hacia la sauna se me hizo extraño. Desde Santiago de Compostela, no había vuelto a pisar una. Ni había tenido la necesidad, ni se había terciado. Sentí unos pequeños cosquilleos en la barriga, si hubiera estado de humor habría bromeado cantando el “Like virgin” de Santa Madona.
Tenía un pellizco tan fuerte en la boca del estómago que hasta dude de si seguir adelante o no con mi aventura, más fue pensar en el atractivo osito y mis reticencias desaparecieron casi por completo.
Fue pagar la entrada y el nerviosismo dejó de acompañarme. Entré en la zona de las cabinas y estaba completamente desierta. Ramón se debería haber cambiado ya y estaría duchándose. Me desvestí rápido, ansioso por encontrarme con él y descubrir si todo el flirteo había sido real, o un simple alimento para su ego.
Me aseé, me sequé, salí a buscarlo de manera sutil y no lo vi. El local estaba más vacío de lo habitual, en los pasillos hacia el yacusi, solo me encontré dos o tres personas. Como no quería parecer penosamente desesperado, me metí en la piscina de burbujas y me dije que ya lo vería, que la noche era joven y, en caso contrario, siempre me quedaría París. Lo que vulgarmente se llama una paja en la sala de proyecciones, viendo una porno gay.

No habían pasado ni cinco minutos cuando vi aparecer al Spike. Creo que no se dio cuenta de que yo estaba por allí y si lo hizo, disimuló muy bien. Observé cómo se metía en la sauna de vapor, decidí que ya no tenía edad para jugar a las princesas Disney, perdiendo el tiempo de una manera tan absurda y me lancé por él como un toro bravo.
En el interior del pequeño y caliente habitáculo únicamente estaba él, sentado sobre el poyete superior. Tenía la toalla liada a la cintura, las piernas abiertas en forma de uve, de manera que dejaba ver sutilmente su rabo. Me vio entrar, se sonrió intentando ocultar su satisfacción y me saludo de manera leve con la mano.
Fue tenerlo en frente y recordé lo mucho que me ponía aquel tipo. Me sentía como un acosador. Estaba tan nervioso porque Ramón se pudiera sentir mal, que me tuve que morder la lengua para no soltarle una parida de las mías y así destensar un poco la situación, que me parecía de lo más rocambolesca.
No obstante, si albergaba alguna duda sobre si la atracción era mutua, estas se disiparon por completo con su primera reacción al verme sentarme frente a él. Se desanudo la toalla y me mostro su polla que, curiosamente, empezaba a despertar de su letargo ante mi presencia.
A pesar de los vapores, pude discernir que el miembro viril del osito era bastante hermoso, con unos hermosos cojones rasurados que parecían gritarme que los acariciara. Comportándome igual de descarado que él, me acerqué para poder contemplar aquel manjar con mayor nitidez.
El nabo del osito, tal como suponía y pese a que estaba en un estado de semi erección, superaba la media en grosor y tamaño. Con lo que me había tocado la lotería, aquel tipo no estaba solo para rabiar de bueno, sino que también tenía una señora polla que estaba para hacerle la ola y una buena mamada. Sobre todo lo segundo.

Me tuve que quedar un poco ensimismado mirando la maravilla que tenía entre medio de las piernas, porque Ramón, haciendo alarde de esa chulería tan simpática suya, me dijo:
—Si quieres puedes tocar, yo no me enfado. Lo mismo hasta me gusta y todo.
Sonreí y alargué la mano hasta el tentador cipote. Lo apreté suavemente entre mis dedos y noté como se endurecía ante mi contacto. Busqué la mirada del Spike y la nobleza de sus ojos verdes me hicieron creer que todavía había gente buena en el mundo y que no todo el mundo era un pervertido tarado que disfrutaba con el dolor ajeno.
Si en un primer momento había pensado que aquella polla era enorme, cuando alcanzó su estado de plena erección llegué a la conclusión de que simplemente era espectacular. ¡Una barbaridad!
A lo largo de mi vida, en mi extenso periplo por las entrepiernas masculinas, he llegado a contemplar verdaderos fenómenos de la naturaleza, que te cabían a duras penas en la boca y, en mis principios, cuando todavía no había aprendido a dilatar en condiciones, me dejaban con el culo dolorido por unos días.
Sin embargo, aquella verga no solo era de generosa proporciones, también era hermosa y tenía una erección de lo más curiosa. Aunque lo que más llamaba la atención de ella, era ese prepucio cubierto casi al completo que le daba un aspecto parecido a una flor a punto de descapullar y lo convertía en un bocado de lo más exquisito.
Clavé mis ojos en los de Ramón y, manteniéndole el pulso con la mirada, me agaché ante su entrepierna. Una vez tuve aquel trozo de carne ante mis labios, eche la piel para atrás del capullo y lo lamí golosamente. Un gusto entre salado y jabón invadió mi paladar, no solo parecía que estaba bueno, sino que sabía bastante bien. Instintivamente me llevé la mano a la polla y la tenía dura como el aldabón de una puerta.

Dado que ya se habían dado demasiadas mojigaterías por mi parte y no estaba yo por parecer quién no era en absoluto, decidí mostrarle al osito lo buen amante y lo vicioso que era capaz de llegar a ser. Tras deleitarme en saborear la brillante cabeza, me dispuse a hacerle el mejor garganta profunda que había hecho en mucho tiempo.
Abrí la boca todo lo que pude, con cuidado de no arañarlo con los dientes, fui introduciendo aquel caliente proyectil en mi cavidad bucal y no paré hasta que mis labios tocaron su vello púbico.
Unos jadeos por parte del Spike me dejaron claro que estaba siendo prueba superada y seguí tragándome el grueso nabo como si no hubiera hecho otra cosa en la vida.
Unos minutos más tarde, los conductos de vapor empezaron a funcionar a tope y el calor se hizo insoportable en el pequeño habitáculo por lo que decidimos salir.
Mientras nos duchábamos, Ramón me volvió a mostrar su cipote de manera provocativa y me dijo:
—¿Por qué no sigues? A mí me estaba gustando mucho.
—¿Y si viene alguien?
—Que se muera de envidia.
Aquel exhibicionismo por parte del osito cañón, en vez de encender las alarmas en mí, me dio un tremendo morbo. En mi cerebro había asimilado las paredes de aquella sauna como un lugar seguro, el sitio adecuado para dar rienda suelta a toda la lujuria contenida que llevaba en mi interior.

La idea de que alguien pasara y me viera con su gordo nabo entre mis labios me pareció de lo más sugerente.Sin pensármelo mucho, me metí bajo su chorro de ducha. Tras pasear mis labios por su peludo pecho, succionarle un poco las tetillas y regar de besos su duro abdomen, me agaché ante él para seguir mamándole la polla.
Arrodillado me era más fácil devorarla porl completo. La cogí por los huevos y la empujé hasta que tropezó con mi campanilla. Ramón atrapó mi cabeza entre sus manos y la retuvo unos segundos. Aquel gesto que rozaba levemente el sadismo, removió las pesadillas de mi interior por un segundo. El segundo que tardé en concentrarme en contener la respiración y saborear al máximo el troncho del musculitos.
Una voz en mi interior me gritaba que me largara de allí que donde menos te lo esperaba, aguardaba un malnacido perverso. Me negué a prestarle atención. Tomé las riendas de la situación y me dije decía que seguía habiendo gente buena en el mundo en la que confiar. Tomé aire y me tragué aquel sable hasta el fondo, como si disfrutar de aquel trozo de carne entre mis labios fuera la panacea para olvidar los recuerdos que me atormentaban.
El agua caía torrencialmente sobre el pecho de Ramón, resbalando por su abdomen hasta mi cara. El caliente y cristalino líquido se mezclaba con mis babas, llenando mis papilas gustativas con un sabor entre limpio y amargo.
El osito se apoyó sobre la pared de la ducha, con la intensión de facilitarme el acceso a su erecto miembro, sacó un poco las caderas para afuera y comenzó a bombear mi boca con la misma intensidad que si me estuviera follando.
Estaba tan excitado que, inevitablemente, llevé mi mano a mi polla que cimbreaba pidiendo que le prestara la debida atención. Sin dejar de tragarme el enorme miembro de mi ocasional amante, comencé a masturbarme.

Cuando más emocionado estábamos, apareció un tipo. Como nos importaba un pimiento que nos viera, ni nos detuvimos. El osito seguía perforando mi mandíbula con su cipote y yo seguí tocando la zambomba.
Aunque solo lo vi por el rabillo del ojo y no aparentaba más de treinta años. No debía ser nada del otro jueves, cuando Ramón no lo invitó a unirse a nuestra fiesta. Aun así, el tipo se sacó la polla y comenzó a meneársela a un metro escaso de las duchas.
Ser la inspiración de una paja de un desconocido nos puso a mil por mil, sus caderas aumentaron el ritmo y durante unos segundos sentí una leve molestia en la quijada.
Estrepitosamente, sacó su nabo de entre mis labios y, sin dejar de masajearlo, el Spike comenzó a gemir compulsivamente, al tiempo que soltaba unos cuantos trallazos de esperma sobre mi rostro.
Con el caliente liquido resbalando por los ojos, la nariz y las mejillas, aceleré la velocidad de mi mano y terminé derramándome sobre los azulejos del suelo.
Durante unos segundos el mundo dejó de existir y, por primera vez en mucho tiempo, había vuelto a disfrutar plenamente del sexo.

Continuará en: A mí me gustan pollones
Hola,
Por qué has dejado de publicar en todorelatos? Me ponen tan cachondo tus historias. Puedo encontrarlas todas aquí? Me encantan las del internado y las de los camioneros.
Un saludo calentito
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Hola:
Los motivos de dejar de publicar en Todorelatos han sido varios, pero quizás el más importante es la censura reinante en la página. Relatos como “Enjaulado”o “Me e foyado ha mi ermana” han sido borrados ( o no publicados), los motivos los desconozco pues el dueño de la web da la callada por respuesta.
En cuanto a lo que preguntas, poco a poco se irán publicando. Iré intercalando las viejas producciones con las nuevas. Tampoco puedo saturar a los nuevos lectores que son bastantes. Pero ten seguro que todo eso que pide y más verá la luz en “El vicio de escribir”.
Un saludo.
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