¡Adiós, Francisquito, adiós!

Los descubrimientos de Pepito

Octavo episodio    : “Adiós Francisquito, adiós”

Debido a que su tío Demetrio ha fallecido, Pepito ha ido  a casa de su primo Francisquito. Lleva tres días en casa de sus tíos y se lo está pasando “chachipiruli”, no sólo ha  visto las procesiones de Semana Santa del pueblo de su primo, también ha estado en el Burguer del McChaparral y lo mejor, es la de cosas que ha aprendido: ha visto aplicar a sus primos gemelos el tratamiento sesenta  y nueve, como su tío Paco jugaba a eso de  la “masticación”… Si por ya saber sabe hasta  lo que son las pajas (aunque esto último no le ha hecho mucha gracia, y le ha resultado asquerosísimo y requeté asquerosísimo).

Se lo está pasando tan bien que ni se acuerda de su familia, con la que irremediablemente debe de volver.

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Entré en la habitación y de repente me sentí muy triste. Era el último día que dormiría en aquella cama, la última noche que aquel angelito de la cabecera velaría mi sueño y mi primo Francisquito roncaría en la cama de al lado… Mañana después de comer regresaba a casa y  no tenía ningunas ganas de volver.  Aunque echaba de menos a mi padre, a mi madre, a mi hermana Gertrudis…Incluso a mi hermano Juanito, ¡con lo pesado que era! Seguro que nada más verme,  se venía para mí  y  me frotaba las patillas ¡Ofu, con el coraje me daba! ¡Parecía que lo hiciera a postas para enfadarme!

Me estaba terminando de poner el pijama y, en eso, llegó mi primito que venía de lavarse los dientes, por la forma de moverse y acercarse a mí supe que tenía algo importantísimo  que contarme. Lo miré expectante, tras sentarse en la cama de enfrente, puso su mejor cara de pillín y me dijo:

—Pepito, cómo mañana es tu último día en la granja,  he pensado que podríamos hacer algo especial.

—¿Qué? —Dije sabiendo que nada que me pudiera contar o hacer me podría quitar la pena tan grande que tenía por dentro y es que estaba más triste que el Marco de la tele, cuando su madre lo dejó en compañía del mono y se marchó a Argentina.

—Podemos jugar al “Scalextric”. 

Scalextric,  fue escuchar la palabra y la “pena tan grande” desapareció por completo. Se me iluminaron los ojos y me sentía el niño más feliz del universo mundial. Scalextric, un juguete con el  que todo los niños soñaban y muy pocos llegaban a tenerlo. De mi pueblo solo lo tenían dos: el Carlitos, el hijo del carnicero, y el Rafita(¡cómo no!). Yo jamás de los jamases había jugado con uno y mi primo me estaba diciendo que al día siguiente podría hacerlo. Si no hubiera estado tan cansado, me hubiera puesto a dar saltos de alegría. ¿Era o no era Francisquito, el primo más guay del mundo?

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—Mañana —Prosiguió mi primo al comprobar que había captado mi atención por completo — cuando volvamos de misa, le pediré a los gemelos que me lo bajen del desván. Seguro que si no tienen nada que hacer, hasta nos ayudan a montarlo y todo.

Me contó que tenía cuatro coches, porque a veces su padre se ponía a jugar con ellos. Bueno, eso cuando Matildita no insistía en hacerlo ella, con lo que la partida se iba al traste. Porque las niñas sabrín mucho de los vestiditos de las Nancy y el Lucas, las comiditas y las cosas de peluquería, pero de coches de carrera no tenían ni pajolera idea. Bueno, más o menos como yo. Con la cosa de que yo tampoco tenía idea ni de una cosa, ni de otra… Eso sí, en súper héroes era el mejor experto del mundo mundial.

—¿Francisquito?  —Dije con un pequeño hilito de voz.

—¿Qué te pasa ahora, Pepito?  —Mi primo al ver que a pesar de lo del  Scalextric seguía triste, pareció que se enfadaba un poco y  todo.

—¿A quién quieres más a Matildita o a mí?

Mi primito se quedó mirándome extrañado por lo inapropiado de la pregunta. Fue tanto los mohines que hizo, que me temí que iba a salir como mi hermana Gertrudis que cuando la ponía en un aprieto me respondía: «cada uno a su estilo».

—Son dos quereres distintos. Tú eres mi primo favorito y ella es mi hermana. Muy pesada y muy chinche, pero es mi hermana — Me contestó en plan salomónico —. ¿Y a qué viene eso ahora?

—Es que he tenido una idea. —Dije titubeante, sospechando que lo que iba a contar no le iba a gustar ni un pelo.

—¿Una idea? —Francisquito puso una sus caras raras, de esas que ponía cuando se sospechaba lo peor.

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—Sí, he pensado  que tu hermana sea tu prima y yo sea tu hermano. Ella se va a vivir con mi madre, que estará encantada con todo lo estudiosa y finolis  que es, y yo me vengo a vivir con vosotros… ¡Hasta puedo ayudar a los gemelos en el campo!

Mi primito encogió la nariz y tras quedarse unos segundos pensando, tal  como si fuera una persona mayor, me dijo:

—Eso no se puede hacer, los hermanos son hermanos para toda la vida, no se pueden cambiar así como así —Aunque mientras me dijo esto estaba muy serio,  al final no pudo reprimir una sonrisa a la vez que decía —.Pero si se pudiera, ¡estaría  la mar de chuli !

Aunque yo sabía que lo que había propuesto era imposible y que no podría ser jamás de los jamases. Fue escuchar que a mi primo le parecía chachi, y una alegría requeté grande empezó a saltar en mi barriga.

—Tú lo que tienes que hacer — Continuó hablando muy decidido —, es decirle a tu madre que te traiga para acá de vez en cuando… Mi padre y mi madre no van a poner problema alguno, al contrario… Dicen que no doy ruio ninguno cuando tú estás en la granja conmigo.

—La verdad es que estaría guay  del Paraguay que me dieran permiso para venir. Pero no sé yo, ya sabes lo marimandona que es mi mamá…

—Sí, mi mamá dice que está hecha toda  una abadesa.

—¿Y eso qué es?

—Lo mismo, pero en el lenguaje de la Iglesia y los curas.

—Mi papá dice que es una sargento…Con lo que no creo que me dé permiso.

—Será cuestión de preguntárselo —Dijo animosamente mi primito.

—Pues sí, lo peor que pueda pasar es que me diga que no —Le respondí, no muy convencido.

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Como estábamos muy cansado, nos metimos en la cama, por los ronquidos que daba, me di cuenta que Francisquito se quedó dormido en un santiamén. Yo, en cambio,  ilusionado como estaba con lo del Scalextric,  me puse a pensar durante un rato en lo guay que sería jugar con el circuito de coches, lo bien que lo iba a pasar con mis primos y, como pensar también cansa un montón, me quedé dormido antes de que pudiera decir Peter Parker.

¡Y aquí están de nuevo!: el más osado grupo de pilotos de carreras del mundo en sus autos locos, compitiendo en las carreras más peligrosamente divertidas de la historia. Ya se acercan a la línea de salida, en primer lugar viene Fernando Bello en su auto Superheterodino, le sigue Facu y Blanquita en el Pajaswagen ,  Juanito Pesadez en el Súper chatarra Special en tercer lugar,  en cuarto la antigualla blindada guiada por Rafita y sus pandilleros ¡hay va ese súper cerebro el profesor Francisquitovick en su auto convertible!,   y ahí está el guapísimo Pepito Glamour, el encantador rey del volante,  le siguen los hermanos Macana: Antoñín y Richard, detrás de ellos viene el “gitanomovil” y en seguida el Stuka Rakuda del Barón Ernesto  Fritz ,  con el número ocho el Butaneromovil  Veloz con Genaro y la viuda revanchista,  ¡Oh!, y ahora se acerca el súper Ferrari conducido por ese par de malosos: Matilda Nodoyuna y su diabólico perro Trastán…Se preparan para la salida y arrancan… ¿Qué los detiene?.. ¡Cielos, han sido encadenados a un poste por la villana Matilda Nodoyuna! Se olvida quitar la marcha atrás  y… ¡Cataplof!

Ahora así, ¡arrancan los loquísimos autos locos!

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Me desperté y todavía no era de día (¡Había tenido un sueño chachipiruli!). Tenía la garganta seca y muchísimas ganas de hacer pipí, cómo en la parte alta de la casa había un baño  y no me aguantaba más las ganas, decidí que antes de llenar el depósito, debería vaciarlo por aquello que estuvo explicando Don Remigio de los vasos comunicantes.

Me dirigía a la planta baja a por un vaso de agua cuando vi que en la habitación de los gemelos había luz… ¿Estarían jugando a los médicos? Pensando que los podía pillar tomándose la temperatura, o cualquiera de esas cosas de mayores que hacían mis primos, me puse mi mejor traje de Pepito Bond y me acerqué silencioso como un tuareg del desierto.

A través de la rendija de la puerta vi que aunque solo llevaban puestos los calzoncillos, no se estaban dando besitos de película que es lo que suelen hacer antes de ponerse a jugar. Lo único que hacían es charlar y por el tono de la conversación debía ser algo importante (seguramente de negocios, de futbol o de Semana Santa), pues estaban muy, muy serios.

—No entiendo por qué te has puesto así… Llevamos meses hablándolo  y acordamos que era  lo mejor —Nunca había visto a Fernando con  el ceño tan fruncido y se me hacía raro verlo hablar sin sonreír. ¡Era tan gracioso y tan simpático!

—Sí, ya lo sé… Pero del dicho al hecho… — La voz de Ernesto parecía que no le salía del cuerpo, como si quisiera ponerse a llorar de un momento a otro. ¡Sí lo sabré yo!

—Lo tenemos que hacer y lo sabes —Fernando se sentó junto a su hermano y le echó el brazo sobre los hombros y su hermano refugió la cabeza en su pecho. ¡Qué bonito, cuánto se querían estos dos primos míos!

No sé qué tiempo permaneció Ernesto con el rostro pegado al tórax de su hermano, pero tuvo que ser  bastante pues hasta me empecé a aburrir y todo.  Al despegar la cabeza, pude ver que tenía los ojos rojos como si hubiera estado llorando (¡Lo sabía!).  Fernando lo cogió por la barbilla y le dio un beso muy cortito, como si se tratara de un pajarito que le diera de comer a su cría.

—Pero es que… no puedo soportar ver cómo le  coges la mano… o le echa el brazo por los hombros. —Aunque intentaba hacerse el duro, Ernesto no podía disimular su llanto y hablaba muy despacito y entre gemidos. Algo muy gordo le debía pasar.

Tenía la sensación de estar viendo un culebrón de la tele. La verdad es que estaba muy emocionante y me empezó a picar la curiosidad. Como no quería quedarme con la intrigulis seguí agazapado en mi escondite, aguantando hasta la respiración para que no se dieran cuenta de mi presencia.

—No podemos hacer otra cosa… y lo sabes. —A la vez que decía esto acariciaba la cabeza de su hermano, que descansaba levemente sobre sus hombros.

—Sí, pero que sea la única solución que nos queda en este pueblo de mierda,  no quiere decir que me haga ninguna gracia. ¡Ni chispa…!  —No sé si me lo pareció a mí pero nunca había visto a mi primo Ernesto tan enfadado y a la vez tan dolido.

—Si he empezado a salir con la Marta es porque  es la única manera de evitar que la gente empiece a murmurar, que vamos teniendo una edad y el que no tengamos novia empieza a ser sospechoso…

—Pero, ¿la quieres?

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—No y lo sabes. Me repugna tanto como a ti tener que reírle las gracias y soportar su interminable conversación. Si darle la mano me gusta poco, no veas cuando tengo que darle un beso para despedirme, ¡qué se refriega más que una gata mansa! Lo peor va a venir cuando tenga que ir cumpliendo como novio… Que si no le meto mano de vez en cuando, va a ser peor el remedio que la enfermedad. ¡Qué asco tener que vivir así!

Ahora fue Ernesto el que dio un beso cortito a su hermano, aunque seguía con los ojos llorosos parecía que estaba menos triste.

—¡Esta vida es una mierda! —Dijo Ernesto con la misma seguridad que si fuera la tabla de multiplicar del uno— No sé porque lo nuestro está mal… ¿Hacemos daño a alguien?

—A nadie hermano, pero si esto se supiera madre no lo soportaría…

—Sí, fue lo que nos dijo padre. Él sí ha sabido entenderlo.

—¡Cómo para no entenderlo! —Sonrió Fernando de la misma manera que  hago yo, cuando hago una trastada y no quiero que me riñan.

Los dos hermanos se cogieron las manos y se volvieron a dar otro beso, esta vez fue en pelín más largo. Tanto que yo creí que en cualquier momento iba a salir el “The end” y me tendría que ir para la cama, sin haberme enterado como terminaba la película.  Menos mal que  fue una falsa alarma y  siguieron charlando.

—¿Entonces qué hay sobre lo que hemos hablado?

Ernesto ante la pregunta de su hermano, se quedó pensativo un momentín, miró a Fernando fijamente, no sé lo que vio en los ojos de este pero lo volvió a besar…Esta vez fue mucho más largo, yo creí que uno de los dos se había quedado sin respiración.

No sé porque, pero me daba en la nariz, que a pesar de que estaban haciendo el boca a boca,  no iban a terminar jugando a los médicos. Estaba a punto de marcharme con viento fresco, cuando Ernesto le dijo algo a Fernando que, a pesar de que estuve muy atento, fui incapaz de comprender. Me dejó patidifuso.

—Sí, voy  a hacer lo que me has dicho. Voy a ennoviarme con la prima de la Marta. ¿No es lo que quieres?

—No, no es lo que quiero, pero es la única solución para que nunca sospechen lo nuestro. Además recuerda, aunque nos casemos, tengamos muchos hijos y pase lo que pase nunca dejaré de quererte. Pues esto que hacemos no es malo ni mucho menos, somos hermanos y nos queremos como tal… ¿Por qué es tan difícil ser feliz?

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¡Jo!, con  el primo Fernando. Se puso tan serio que en vez de estar hablando con su hermano, parecía que estuviera diciendo la lección de ciencia al profe y de ser así, la tenía que haber dicho muy bien porque Ernesto le estaba dando su premio: otro beso de película, este era de los largos, súper largos.

Cómo la sed no se me quitaba y aquellos dos no se decidían a jugar a los médicos, con el sigilo de un leopardo abandoné mi escondite y me dirigí a la cocina.

Dos vasos de agua más tarde, me volví al dormitorio. Al pasar por la habitación de los gemelos la luz estaba apagada. Llevaba razón yo en que no iban a jugar a los médicos ni nada por el estilo. “¡Si es que desde que me junto con mi primo Francisquito, soy casi tan listo como él!” —Pensé.

Me metí en la cama sin hacer ruido, para no despertar a mi primito favorito y sin  siquiera contar ovejitas (¡Puaff, que asco!), me quede dormido otra vez.

… la perversa Matilda Nodoyuna, ayudada por su fiel Trastán   había cambiado las señales de indicación lo que hizo que todos los demás corredores tomaran una dirección falsa. Todos a excepción de Pepito Glamour y Fernando Bello quienes le llevaban bastante delantera. El Compactpussycat y el  Superheterodino habían conseguido dejar atrás al SuperFerrari de Matilda.  Pero la gordita niña en su perversidad  lo tenía previsto todo y unos días antes había colocado un foso lleno de cocodrilos, al que caería irremediablemente Pepito Glamour si su primo Fernando, no lo evitaba…

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—¡Pepito! ¡Pepito! —La voz de mi primo me sacó por completo de mi sueño con los autos locos.—¡Despierta, que tenemos que ir a misa!

“Misa”, ¡aquella palabra me producía repelús! Lo único bueno que tenía ir a la iglesia era que te ponían la ropa de los domingos y si mamá tenía tiempo hasta me peinaba con fijador y todo. Lo malo era el rollazo que era escuchar al cura durante más de una hora  que se me hacía insoportable. No sé qué  era peor, cuando se ponía a decir aquellos de “Hijos míos por aquí e hijos míos por allá” o cuando se ponía a leer los evangelios esos de la Biblia que eran más aburridos que  ponerse a bailar la música del telediario.

Lo único que me había quedado  claro es que los autores, al igual que los Beatles, eran cuatro: San Marcos, San Mateo, San Lucas y San Juan.  Por los dibujos que había visto, aunque tenían pelo largo y barba como los músicos, tenían pinta de muñecos  de Semana Santa  y no me los imaginaba yo  cantando lo del “Yellow Submarine”.

Lo que más me fastidiaban eran las retahílas del párroco, de vez en cuando se paraba y esperaba que el público de la misa le respondiera, normalmente eran cosas como “Amén”, “Te alabamos señor” y cosas por el estilo. Como yo no me lo sabía muy bien lo que había que decir en cada ocasión, lo que hacía era mover los labios solamente como si estuviera haciendo un “play back”, que es lo que dice mi hermana Gertrudis que hacen los cantantes en la tele.

Si el saberse la respuesta a lo que preguntaba el cura me salía mal, de los cantos y los rezos ya ni hablamos. Aquí por mucho que abriera la boca y la cerrara, mi madre se daba cuenta de que no lo estaba haciendo bien y me ganaba una reprimenda. ¡Anda que no me he pasado tardes de domingo estudiándome el “Ave María” y  el “Padre Nuestro” ese!

Estaba hasta el último pelo de la coronilla de cantar lo de «alabaré, alabaré, alabaré a mi señor», prefería cantar  mil veces la canción de la gallina cocoguagua a tener que repetir otra vez “alabaré a mi señor”. ¡Qué se lavara el solo!

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Por muchas horas que le echara a los rezos y a los cantos religiosos, no servía de nada, porque después se me olvidaba todo. Mi madre decía  que era porque no ponía el más mínimo interés, porque de torpe no tenía un pelo.

La parte más guay de la misa, la que más me gustaba,   era cuando el sacerdote decía: “Podéis ir en Paz” y todos nosotros contestamos: “Demos gracias a Dios”. Al ratito cortito, todo el mundo caminaba ordenadamente hacia la entrada y se marchaba.

Si algo tenía claro entonces, era que cuando fuera mayor sería ateo como mi hermana Gertrudis y es que llevaba toda la razón del mundo cuando decía cosas como: « ¿De qué sirve ir a misa el domingo, si durante la semana nos olvidamos de que Dios existe y nos dedicamos a fastidiar al prójimo más que  a uno mismo? ». Y siempre, para rematar la faena, hablaba de la vieja dueña de la fábrica del pueblo: « Nada más tenéis que ver a la Señora Eulalia, toda la semana poniéndole el píe en el cuello a sus trabajadores y cuando llega el Domingo se acuerda de que tiene que  ser buena y se va a misa ¡Menos golpes en el pecho y más humanidad! ». Siempre que soltaba aquello mi madre miraba al techo y decía: “¿Dios mío, qué habré hecho yo,  para que me salga una hija tan ye-ye y tan roja ?” Mi hermana se limitaba a reírse por lo bajini y ahí terminaba la discusión.

Pese a que no me gustaba ir a  la iglesia a escuchar  los sermones de un hombre vestido con una bata negra, ir con mis tíos era toda una novedad y hasta me daba un poco de curiosidad saber cómo serían  la ceremonias en su pueblo.

Desayunamos, nos duchamos, nos vestimos y nos pusimos guapos para ir al pueblo a la misa de las diez. ¡Qué guapa estaba mi tía Enriqueta cuando se arreglaba! ¿A quién saldría Matildita?  Para mí que era adoptada, porque no se parecía ni a su padre ni a su madre. Seguramente se la encontraron en una  de mimbre  en la puerta de la granja, yo he visto algunas películas que pasa eso.

 La repelente y caprichosa de mi prima estaba horrible con todo lo que le  pusieran. Y es que, como dice mi hermana Gertru, la mona aunque se vista de seda,  ¡gorda y fea se queda!

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El cura del pueblo de mis primos todavía charlaba más que el de mío,  no paraba de dar consejos sobre el camino a seguir y sobre las cosas que nos hacían buenos cristianos. Observé a la familia de mis tíos y, hasta Matildita, estaban muy pendientes de todo lo que decía el sacerdote. Por un momento pensé que si no hacía lo mismo que ellos iría al infierno y me dio tanto miedo que clavé los ojos en el párroco (Aunque seguía sin enterarme de la misa la media).

Ya de vuelta a la granja, Francisquito me dijo muy, muy en secreto (Para que no se enterara su hermanita):

—He hablado con Fernando de lo que te dije. — Supuse que “lo que te dije” era lo del Scalextric. 

¿Y qué? —Dije temiéndome lo peor.

—Que sí. ¡Nos van ayudar a montarlo y todo! ¡Nos lo vamos a pasar chachipiruli! —Al decir esto mi primito sonrió hasta con los ojos.

Tardamos un buen rato en montar el circuito,  pero mereció la pena. ¡Un Scalextric era el juego más guay del universo mundial! Era tan chuli que hasta los gemelos se pusieron a jugar con nosotros.

Las carreras siempre la ganaban Fernando o Ernesto, Francisquito ocupaba la tercera posición y yo, como era la primera vez que jugaba, siempre llegaba el último a la meta y la verdad es que hasta me enfadé un poquito. Menos mal que mi primo Ernesto me dijo:

—No te preocupes, Pepito, en este juego lo importante no es ganar sino participar.

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Me quede mirando al bueno de mi primo y mostrándole la mejor de mis sonrisas le respondí:

¡Pues a mí a participar no hay quien me gane!

Cuando estábamos en la parte más emocionante de la partida,  llegó mi tía Enriqueta con la insufrible de mi primita, por su gesto parecía que había estado llorando, pero de mentirijillas. ¡Qué papelona estaba hecha! Si no fuera tan gorda y tan fea, o al menos tuviera gracia como Rafaela Aparicio, de grande podría ser actriz.

—Fernando, la niña quiere jugar…—Dijo mi tita con un tono que dejaba claro que aquello no estaba abierto a discusión.

Poco después la grosera de Matildita ocupaba el sitio del pobre Ernesto, apretó fuertemente el mando de control remoto entre sus manos (no vaya a ser que se lo fueran a quitar) y con su peor voz de villana de cuento, dijo:

—¿Por qué no se quita de jugar Pepito, él no es de la casa?

Normalmente le hubiera sacado la lengua o algo por el estilo pero como por una vez  en la vida tenía toda la razón del mundo, me callé.

—¡A que todavía te vas a venir a la casa conmigo, so egoísta! —La que así hablaba era mi tía Enriqueta, quien se había enfadado bastante ante el comentario de la niñita—El Scalextric  se ha bajado del desván hoy para que el primito juegue con él, así que ya sabes,  o te comportas como Dios manda o te vienes conmigo.

¡Jolines, no me lo podía creer! Mi tita regañando a su hija preferida para defenderme a mí. A que iba a ser verdad aquello que decía Francisquito de que su madre me quería mucho.

Ante la reprimenda de su madre, Matilda Nodoyuna frunció el ceño y se cayó pero para mí, que seguía pensando lo mismo: que quien debía soltar su mando era yo y no Ernesto. Que para eso, como decía mi madre, que estaba allí de prestado.

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Pero si alguno bueno tuvo la incorporación de la impertinente niña fue que ya no era yo el que quedaba el último, porque participar estaba bien, pero no perder era muchísimo más guay. Estuvimos jugando hasta la hora de comer, le cogí tanto el tranquillo que hasta quede campeón en una vuelta y todo.

No sé cuántos sobresalientes tendría que sacar para que los Reyes Magos me trajeran uno igual,  pero era lo primero que le iba a preguntar a mi Gertru cuando volviera a casa. Ella, como siempre estaba leyendo el Pronto y estaba muy puesta en todo, seguro que lo sabía.

Después de comer y aprovechando que mi tito Paco se iba a echar un rato la siesta, Francisquito y yo nos dedicamos a lo que más nos gusta: enredar.

Tras estar un buen rato disparándonos con nuestros M-16 decidimos sentarnos en el árbol que estaba frente a la casa. Tras dedicarnos a hacer un buen número de círculos en el suelo con un palo, mi primo me hizo una pregunta de esas que se saben  de antemano la respuesta:

—¿Francisquito tú a has visto una revista de tías en bolas alguna vez?

—No —Contesté no sabiendo muy bien porque me decía aquello— ¿ Y tú?

—Sí,  muchas veces, la que el Facu guarda en el hueco del pajar. ¿Quieres verla?

Por un momento me vi entre la espada y la pared, por un lado no me apetecía ver la revista pues me acordaba  lo de las “pajas”  y por otro no quería hacerle el feo a mi primito, máxime cuando sabe Dios hasta cuando no lo volvería  a ver otra vez. Así que sin pensármelo más  le dije:

—Sí, pero nada de pajas, ¿okey?

—Okey —Contestó mi primo riéndose.

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Volvimos a meternos por el mismo hueco que la primera vez y una vez dentro del pajar, mi primo se fue directito para el sitio donde el pastor guardaba la revista cochina. He de reconocer que aunque lo estaba haciendo por contentar a Francisquito, tenía un montón de nervios en la tripita, igualito, igualito  que cuando me comía las galletas sin que mi madre lo supiera. Con la diferencia que la revista  no sabía si me iba a gustar o no.

Nos sentamos sobre un fajo de paja, mi primo se la puso en su regazo y comenzó a pasar las páginas. Las primeras  eran de muchas letras  con fotitos muy pequeñas de unas braguitas  y unas churrinas de goma, para mí que eran  los anuncios, como los que ponían en la tele antes de empezar los programas. Francisquito, que se la debería haber visto unas cuantas veces, se la conocía de memoria y las pasó muy deprisa.

Abrió la revista por una parte en la que había una mujer peinada como la Sue Ellen de Dallas, en las primeras fotos salía vestida con un vestido rojo muy apretado y en cada foto aparecía con una prenda menos hasta que se quedé en bolas por completo. Aunque yo había visto mujeres desnudas antes (la más reciente la viuda Carmela), me llamó la atención los grandes pechos de la mujer y lo grande que tenía el botón del centro. Las tetas eran tan enormes que la señora se las tenía que levantar con las dos manos para que no se le cayera. ¡Sí hasta había una foto en el que la mujer se daba con la lengua y todo en uno de los botones!

Lo que menos me gustó fue las fotos en las que la mujer se abría de piernas y enseñaba el tete al completo, la muy cochina en algunas fotos se lo ensanchaba  más con los dedos para que se viera mejor lo que había dentro. La parte interna del chochete de aquella mujer me recordaba a cuando mi madre partía por la mitad la pechuga de los pollos para hacer filetes y es que, si no fuera por la cosita que tenía en el centro que parecía un bichito, era idéntico.

Se me tuvo que notar un montón que no me hacía ni chispa de gracia y  tuve que poner una cara de lo más rara, pues mi primito, sospechando la respuesta, ni siquiera  me preguntó si me estaba gustando.

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La verdad es que la revista era requeté aburrida,  todos eran mujeres muy bien peinadas y maquilladas, que terminaban quedándose en cueros poquito a poco y al final, como siempre, hacían lo de abrirse de piernas y enseñar el bicho. ¡Qué asco!  Era tan aburrida como las que compraba mi hermana de moda, mucha gente guapa haciendo posturitas , pero no pasaba nada de nada. Donde se ponga un buen comic de Spiderman o de Dan Defensor, que se quiten todas las revistas de tías en bolas, las  de moda y el Pronto.

Ya estábamos a punto de terminar de ver todas las páginas al completo, cuando llegamos a una parte que me gustó más, pues era como un fotonovela  pero sin los globos de letras, así que no podía leer lo que cada personaje hablaba en cada momento. Como te tenías que imaginar lo que se contaban, me dio la sensación de estar viendo una película de Charlot.

Eran tres páginas dobles. En la primera foto se veía un hombre vestido de camarero con el pelo como el Camilo Sesto, quien le servía una copa a una mujer que estaba sentada en una mesa, era una rubia muy guapa, se parecía a la  Jill de los Ángeles de Charlie, hasta estaba peinada como ella y todo.

Tras charlar un rato (supongo que de lo vacío que estaba el bar, pues no había nadie más), la mujer se levantaba y le daba un beso de película. En la siguiente imagen ya  no tenía el vestido puesto y estaba en bragas y sujetador. En la última fotografía, como por arte de magia, se había quedado completamente en cueros  y le tomaba la temperatura al hombre. No sé si porque la foto tenía aumento o algo por el estilo,  pero a mí me pareció que las tetas de las mujer eran tipo cántaro y la cosota del hombre era modelo morcón.

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Tras pensarlo durante unos segundos llegué a la conclusión que  aquel tamaño debía ser el  habitual, igual que para los pases de modelo buscaban a mujeres delgadas y guapas,  para las revista de encueros deberían buscar mujeres y hombres con pechos y pililas grandes. Hasta me imaginé a los que hacían las pruebas con la regla en mano y midiendo las churrinas de los aspirantes.

En la segunda página doble había  diversas fotos haciendo todas y cada una de las cosas que se hacen cuando se juega  a los médicos, pero como era un hombre y una mujer, estaba claro que aquello era un acto impuro (¡Hay que ver lo mucho que estaba aprendiendo y lo listo  que me estaba poniendo gracias a mi primo Francisquito!) Al observar la cara de los dos protagonistas de la fotonovela,  me dio la sensación de que el hombre cuando hacia aquello ponía cara de estar enfadado y la mujer cara de estar tomando el sol. Como no lo tenía muy claro si aquello era en verdad así o era porque todo era de mentirijillas, ni corto ni perezoso, se lo pregunté a Francisquito:

—¿Tú sabes porque ponen esa cara tan rara?

Mi primo me miró extrañado, guardó silencio un momento como si buscará la respuesta en su cerebro y me dijo:

—No es tan rara, si te fijas bien él pone la misma cara que ponen mis hermanos al jugar a los médicos y ella, como es mujer y presumida,  no hace mohines para que no le salgan arrugas.

—¡Ah! —Exclame convencidísimo.

En las últimas páginas  de la revista venía lo más guay, se veía el hombre haciendo el acto impuro con la mujer sentada sobre él y,  cuando ya se cansaron de jugar, la mujer se agachó y  volvió a tomarle la temperatura. Aquello me pareció la mar de raro, porque el Genaro y la viuda, cuando los vi jugar, fue lo primero que hicieron. Lo mismo  con este juego de los “actos impuros” pasaba como con el de la oca, que según el número del dado que te saliera, te tocaba hacer una cosa u otra. Estuve a punto de preguntárselo a mi primo, pero como no quise parecer pesado, lo dejé para otro momento.

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La última imagen era bastante cochina, el hombre le había echado un montón de virus en la cara, en el pelo  y en la boca a la mujer. Ella en vez de enfadarse por estropearle el peinado y el maquillaje, se puso la mar de contenta. Se reía y no paraba de abrir la boca enseñando la lengua llena de bichos blancos a la cámara.

Me sorprendió mucho que la mujer se tragara los germenes pues, según me contó Francisquito, podías coger una infección y ponerse malita. A los gemelos no les pasaba nada porque ellos, al ser hermanos, tenían la misma sangre y estaban inmunizados. Lo mismo el Camilo Sesto, aunque no se parecía en nada a ella, era su hermano, o ella, como era artista, se había puesto una vacuna. ¡Cualquiera sabe!

Mi primo cerró la revista y se quedó mirando en espera de que yo le dijera algo. Como no sabía que esperaba que dijera,  me quedé callado.

—¿No te ha gustado?

—Sí, —Dije intentando disimular lo contrario—pero es que estoy un poquillo triste porque me voy a tener que ir ya.

—No te pongas aginao, que antes de que te quieras dar cuenta, estás otra vez aquí —Al decir esto mi primito me sonrío con su mejor cara de granuja.

Guardó la revista, de manera que no se supiera que la hubieran tocado, en el mismo sitio que estaba y nos fuimos para la casa. Una vez allí, la mamá de Francisquito nos dijo que su marido acababa de levantarse de la siesta y estaba pegándose una duchita.  Mi tía me tenía preparada ya la maleta. ¡Qué pena más grande me entró por el cuerpo cuando la vi allí en el pasillo! Parecía el anuncio del Almendro pero al revés.

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Cuando mi tito Paco salió de la ducha, Matildita se acercó a mí y me cogió la mano suavemente y me dio un besito en la mejilla; mi tía me pegó un abrazo y un beso muy fuerte;  Ernesto me despeinó, se agachó, su cara junto a la mía y me dijo: «¡Vuelve pronto campeón!»; Fernando me cogió en brazos y me dijo que no me pusiera tan triste que pronto estaría allí otra vez…Busqué a Francisquito pero este había desaparecido. «¿No sé iba a despedir de mí? »—Pensé.

—¡Francisquito, que se va Pepito! — Gritó mi tía.

—¡Un segundo que ya voy! —La voz de mi primo provenía de la planta de arriba y por como sonaba parecía que venía corriendo.Francisquito bajo las escaleras como Speedy González y cuando llegó a mí, abrió su mano y me dio lo que traía en ella: ¡Era su Mustang Torino amarillo, su coche preferido!

—¡Toma Pepito, para ti!

Me quedé mirando el coche fijamente, toda mi tristeza se había borrado de golpe: Mi primito me daba su mejor coche para mí y para siempre, pero tampoco quería yo que se quedara sin él.

—¿Y tú qué? ¿Con qué vas a jugar? —Le dije con una voz que no era precisamente la alegría de la huerta.

—Yo tengo más, ¡no te preocupes!, pero  como sé que ese es el que más te gusta…

Lo miré y sin decirnos nada, nos abrazamos el uno al otro (Si no salimos llorando era porque éramos unos valientes hechos y derechos, ¡qué si no!)

Unos minutos después, tras despedirme de nuevo de todos. Mi tío Paco cogió la maleta y a mí de la mano y nos fuimos para el coche.

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¡Qué buena gente era el padre de Francisquito! A él, como a toda las personas mayores, le gustaba Manolo Escobar, Marifé de Triana, Lola Flores y demás gente antigua, pero para que yo no me aburriera puso los cuarenta principales.  Fui el niño con más suerte del mundo, porque la primera canción que salió fue la de la Rafaella Carra :

♫♫ Tuve muchas experiencias

Y he llegado a la conclusión

Que perdida la inocencia en el Sur se pasa mejor ♫♫

—¿Te gusta el coche, Pepito?

—Sí, es el coche más chulí del universo mundial. —Mi tito al escuchar aquello sonrió, no sé si por que le hizo gracia lo que dije o porque era lo que estaba haciendo siempre.

Aquel hombre me caía bien porque, al contrario que mi padre que siempre estaba con el ceño fruncido y con cara de pocos amigos, mi tío le sonreía a la vida, como si disfrutara cada minuto que vivía.

De vuelta a casa, sin dejar de mirar a cada instante  “mi” Mustang Torino Amarillo, me puse a pensar en todas las cosas que había descubierto aquel día:

1) Los hermanos y los padres son como los ojos, el cerebro y el corazón, son para toda la vida y no lo puedes cambiar.

2) Aunque participar estaba guay, ganar era mucho mejor.

3) Las revistas de tías en bola eran un rollo, solo se salvaba, y  un poquito, la parte de los actos impuros.

4) Aunque mis tíos y mis primos  no fueran mi familia de verdad, me querían como tal. Sí hasta me parecía que incluso  hasta Matildita  se había puesto un pelín triste cuando me vine.

Cuando llegamos a mi casa, mi madre y mi hermana Gertrudis salieron a recibirme. ¡Qué alegría me dio verlas! Todavía no había terminado de abrazar a mi madre, cuando mi Juanito y mi padre vinieron a verme. Aunque mi hermano hizo lo de siempre (tirarme de las patillas), ni siquiera me molestó mucho.

—¿Qué tal se ha portado el mozo? —Le preguntó mi madre a mi tío como si yo fuera el hombre invisible.

—¡Estupendamente!—Respondió mi tito con la mejor de sus sonrisas —Si hasta Francisquito ha dado menos ruido del habitual. La semana que viene no, porque tengo que hacer un porte a Francia, pero la siguiente vengo y me lo llevo para que esté allí con los primos.

—Lo prefiero —Dijo mi madre a quien la pena por la muerte de mi tío Demetrio no se le iba de la cara—Así lo quito del peligro de la calle que pasan muchas cosas.

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4 comentarios sobre “¡Adiós, Francisquito, adiós!

  1. Estimado Sr Machi:
    Es un placer volver a leer este relato y que siga sorprendiendo y haciéndonos reír. Es Vd un crack.
    Espero que el Coronavirus pase por su puerta y no se detenga. Qué harán JJ o Mariano en la pandemia? Y la mujer de Ramón?…..Saludos a todos sus personajes

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    1. Hola, ¡Qué alegría volver a saber de vosotros!
      La verdad es que se me hace imposible subir un relato sin retocarlo y si, como es el caso, os gusta más, mejor que mejor.
      En mi casa al covid19 le hemos puesto un espantavirus en la puerta (un muñeco con la cara del juez prevaricador, el cuerpo de Moreno, el saber estar del consejero de salud y la gracia de Marín) si no sale huyendo con ese muñeco del Trifachitoquestein no sé con qué lo va hacer.
      Mariano está muy feliz, aunque se hace un lío con la tecnología y esto de tener que dar las clases a distancia no es lo suyo.
      En cuanto a JJ, no para de escribir cartas a Fernando Simón preguntando que en qué fase de la desescalada se abren las saunas y la zona de cruising. Espero que le responda pronto y lo mande a tomar por culo.
      Un beso virtual y no se vendáis tan caro.

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