Celebrando la derrota (Todo es verdad, todo es mentira)

Follando hoy, ayer y siempre

Epísodio tres

20/08/2012

Si hay algo que me gusta casi tanto, como la fragancia del sexo, es el aroma del café. El olor que emana cuando está recién hecho, rememora en mí los mejores recuerdos.  Se me viene a la cabeza la imagen de la familia reunida un domingo en torno a la mesa a primera hora de la mañana, en un tiempo en el que éramos mucho más jóvenes y aún ninguno de sus miembros nos había dejado para no volver.

Prefiero realizar la primera comida del día  en casa y es algo que, siempre que mi tiempo me lo permite, procuro hacer. Es algo que para mí guarda un valor íntimo y personal. Si esa comida del día, la puedo hacer rodeado de los míos, ¡Mejor que mejor!

Así que en mañanas como estas, en las que no sólo tengo a gran parte de mi familia conmigo, sino que también a uno de mis mejores amigos y a su novio, la dicha que me embarga no puede ser mayor.

Mientras mi cuñado charla (hasta por los codos) con Juan José y Guillermo en el comedor.  Mi hermana, mi madre y yo estamos en la cocina preparando las tostadas y el café.

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— … es muy educado ese amigo de Juan José ¿No?

La crianza pueblerina de mi madre, le lleva a tomar como muy educados a todas aquellas personas que aparentan hablar sin faltas de “ortografía”. ¡Para que digan después que la ingenuidad no es un carácter dominante dentro de los alelos de los genes humanos! ¡Porque yo cada día tengo más claro que lo mío venía en la equipación de fábrica! No obstante, hay que darle un voto de confianza a la señora pues esta vez está en lo cierto.  Guillermo es un tío que sabe comportarse y tratar a la gente adecuadamente. Aunque en ocasiones, hace alarde del yoismo de su generación y puede parecer un poco borde, creo que he conocido a muy pocas personas con un corazón tan noble como el suyo.

—Muy educado, muy guapo y muy fuerte… ¡Qué espaldas y qué brazos tiene!

Quien así habla es mi hermana. Para Edelmira, todo lo que difiera del enclenque de Alberto, su marido, merece el apelativo de tío cachas. Sin embargo, en esta ocasión, lleva toda la razón del mundo. Guillermo tiene unos bíceps y un pectoral, de los que quitan el sentido. Aunque es bajito, está como un tren de bueno y es  del tipo de tíos que no puedes evitar mirar cuando pasan por tu lado.

Durante el desayuno, JJ nos ameniza con uno de los últimos chismes televisivos, mi madre y mi hermana entran a saco y la mesa se convierte en un improvisado debate sobre cuernos, dimes y diretes del famoseo televisivo. He de reconocer que si hay algo que le gusta a mi querido JJ, es ser el centro de atención, por lo que no le importa sacar a relucir su “lado femenino” con tal de que todas las miradas se fijen en él.

Es curioso su comportamiento, pues a pesar de que no es amigo de sacar plumas, es capaz de transformarse en el prototipo de ambiguo televisivo que tanto gusta a las mujeres. En dos minutos, tiene a mi hermana y a mi progenitora comiendo de su mano y pendiente de sus palabras como si estas fueran ley.

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Lo que más me sorprende es que también haya conseguido la atención de los dos hijos de mi hermana. No sé hasta qué punto a dos críos de siete y nueve años le pueden interesar los dimes y diretes de los cotilleos televisivo, lo que sí puedo comprobar es que entre bocado y bocado de la tostada, no apartan la mirada del grandilocuente discurso que está dando mi amigo sobre los protagonistas del papel cuché.

Mientras la parte “femenina” de la reunión se sumergen en una acalorada conversación, mi cuñado, Guillermo y yo nos miramos con cara de: « ¡Dios mío qué he hecho yo para merecer esto!» Cada día tengo más claro que esta sociedad “bunkeriana” nuestra, ha sustituido los cotilleos de los mercados y porterías por las vidas enlatadas que nos vende la televisión. Si a la gente le importa en menor medida lo que hace o deja de hacer su vecino de enfrente es porque lo han sustituido por los personajillos de la caja tonta.

Media horas después de sacar todos los trapos sucios de Rosas Bonitos, Belenes pormihijamato y demás.  Guillermo y yo decidimos que es hora de ponerse camino a los Caños de la Meca. Antes de que se nos haga más tarde.

Tras cargar el equipaje en el coche de Guillermo y los tenedmuchocuidado y pasadselobien de rigor, con sus respectivos besos.  Nos despedimos efusivamente de mi familia. JJ ocupa el sillón del copiloto, yo me acomodo en la parte de atrás.  En breve Sanlúcar quedará atrás y en el horizonte se empieza a dibujar una semana de playa con mis mejores amigos.

—¿Conoces los Caños,  Guillermo?

—Sí, he ido mucho y me ha pasado de todo. Tanto en el tema sexual como en lo demás. ¿Quieres saber lo qué me pasó una vez?

Antes de que yo pueda decir sí, las manos de Juan José se empiezan a mover de un modo frenético y, en un plan bastante sobreactuado, se dirige a su novio y le dice:

—¡No, no! No le cuentes nada, que el muy cochino lo escribe después en una página de Internet —A la vez que dice esto último, me mira en busca de mi complicidad.

— ¿Qué escribe qué? —Pregunta lleno de perplejidad Guillermo.

¡Ay madre! ¡Qué lo va a soltar! ¿Por qué será tan cabroncete este amigo mío?  Desde que descubrió que escribo relatos eróticos en una web erótica, no para de darme la brasa con el tema. De todas maneras, antes de seguir yéndose de la lengua, me mira, preguntándome en ese código silencioso nuestro si puede proseguir. Mi gesto de aprobación es el pistoletazo de salida que necesita. Segundos más tarde su boca es una ametralladora que, cargando cada disparo con su particular sarcasmo, se encarga de reventar nuestro más reciente y particular secreto.

—Sí, aquí al muchachito que le ha dado por escribir relatos guarros en una página de esas de Internet.

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— ¿Y eso?—La pregunta de Guillermo suena como un gruñido, con lo que está claro que no se está enterando de lo que su novio le cuenta.

— … Pues nada, yo me he aficionado a leer relatos en una web. Di con ella un día de pura casualidad…

—Ya, me imagino que tú estarías buscando o el pronóstico del tiempo o el número premiado de la ONCE — En las palabras de Guillermo no hay crispación alguna, solo una amable ironía que deja claro que aquello no le molesta en absoluto, pero que aprovecha para chinchar un poco a su novio.

—No, la programación de la TDT. ¡No te jodes!—Responde JJ en un tono que, los que lo conocemos, sabemos que lleva implícito el retintín de que no lo interrumpamos más — Bueno pues, evidentemente, entro en la sección Gay y buscando, buscando… me encuentro con unos relatos escritos por un tío de Sevilla… La curiosidad me pica y me pongo a leerlos. No fue hasta que llegué a uno que, cuanto más lo leía, más decía: « ¡Esto me suena!» Pero cuando leí lo de la camiseta amarilla y lo de los pantalones en la tienda, ¡era impepinable…!. ¡El coprotagonista de la historia era yo!

—Tú lo tendrás muy claro, cielo, pero yo no me estoy enterando de nada —Se queja levemente Guillermo.

—¡Ay hijo mío, que espeso te pones algunas veces! —Las palabras de JJ no muestran enfado alguno, al contrario, está súper encantado pues le dan píe a seguir con su verborrea — ¡Bueeeno!… ¡Vaaale!… Me explico mejor… Aquí el norompounplato de mi amigo Mariano, se ha dado de alta como autor en una página de relatos eróticos.  ¿Te vas enterando, cielo, o hace falta que te lo dé más mascaito?

— Si, mi vida—Le responde su novio en un tono bastante condescendiente.

—Bueno, pues no contento con eso al chico le ha dado por contar su vida en unos cuentos… para mi gusto, bastante guarros y que ponen al pesonal súper cachondo, todo hay que decirlo —Al  decir esto último, me saca  la lengua de forma jocosa, a la vez que mueve la cabeza levemente.

—Es que en eso consiste el tema —Lo interrumpo yo, intentando justificarme.

—¡Tú te callas! —Dice JJ girándose hacia mí y recalcando sus palabras cómicamente—. Ya hablaras, cuando llegue el turno de los ruegos y preguntas.

—No me imagino yo a Mariano como narrador erótico —Recalca bastante asombrado Guillermo.

— ¡Y si no dejas de interrumpirme menos te lo vas a poder imaginar! — JJ está disfrutando con esto como un enano. Ponerme en evidencia es lo que menos le importa, lo que más le pone, es que tiene algo con lo que sorprender a Guillermo. ¡Y lo está haciendo! ¡Y cómo!

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» Bueno, antes de nada, que quede claro que yo estos de leer los relatos, lo hago por entretenerme, a mí no se me ocurre pajearme leyendo historias por Internet. Los dos me conocéis muy bien y sabéis que yo no soy capaz de hacer esas cosas —La musicalidad que le da a JJ esto último, es propia de Judas Tadeo, negando a Jesucristo —.Y cómo te dije, descubro los relatos del sevillano y empiezo a leerlos, por la forma de contarlos y lo que cuenta me gustan, se me hacen cercanos, pienso que es porque se trata de un paisano y los ambientes que narra me son familiares.

» Hasta que se pone a narrar con todo lujo de detalles un viaje a Galicia, ¡ya es demasiada casualidad! Lo que va contando me suena, hay coincidencias con lo que nos sucedió a él y a mí, pero a la vez hay cosas que difieren. Sin embargo, hay un momento en que las orejas se me ponen tiesas, ¡tiesesísimas! El tal “Machi”,  que es el Nick  que se ha puesto mi amigo aquí presente,  cuenta una historia de una camiseta amarilla, súper ajustada, súper “fashion” y  súper gay,.. Con la que el protagonista se pasea por la calles de Vigo. Cuando la historia termina en unas compras y con un mamoneo con el dependiente, ¡no tengo ninguna duda!  El amigo del protagonista de los relatos era yo y el tal Machi no podía ser otro que mi amigo Mariano.

—¿ Y cómo es que no te diste cuenta antes?— Vuelve a preguntar Guillermo que, por el tono de su voz, está que no sale de su asombro.

—Pues es la mar de sencillo. Las historias aunque están basadas en hechos reales, no sucedieron tal como él las narra. Vamos que la primera noche de Vigo, aunque los hechos más o menos sucedieron como en el relato, no es en ese orden, ni de la forma que lo cuenta. Por cierto, ¡qué calladito te tenías lo del polvo en el servicio, guapetón!

» Bueno, que no sé como lo hace, que todo lo que cuenta es verdad y todo lo que cuenta es mentira. Ya te digo, Guillermo, yo que estaba con él, lo pille por lo de la camiseta amarilla y lo que le pasó con el dependiente al probarse los pantalones. ¡Qué si no, ni flores!

— Pues, no me acabo de enterar… ¡pufff!—Protesta el novio de mi amigo, a quien parece que la información recibida le supera y de largo —.  Y cielo, cállate un poquito y deja que Mariano, que es el escritor, se explique… ¿ok? —Dice terminando la frase con una agradable sonrisa.

—Ok, ok —Asiente   JJ a regañadientes —, pero si hay algo de lo que no te enteras, aquí estoy yo para aclarártelo.

— ¿Qué quieres saber?—Pregunto con resignación. Someterme a un tercer grado por parte de Guillermo no es lo que esperaba en este viaje hacia los Caños, pero está claro que no tengo más remedio, pues JJ me ha puesto entre la espada y la pared. Si hubiera un premio a manipulador del año, ¡mi amigo se lo llevaba seguro!

— Primero, ¿cómo es que te dio por escribir relatos? La verdad es que yo no te veo como escritor…

—Bueno, yo tampoco me veo como escritor. ¿O tú dirías que alguien que canta en un Karaoke, por muy bien que lo haga, es cantante?

— No, aficionado en todo caso ¿no? —Responde Guillermo, poco convencido con la analogía que acabo de hacer.

—Se puede decir que comenzó cuando después de casi tres meses, mitad por decisión propia, mitad debido a unas circunstancias no muy agradables que se dieron, conseguí echar un polvo.

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—¿ Tres meses sin echar un polvo?

—Sí, es cierto, pero eso es otra historia (bastante jodida por cierto). El caso es que necesitaba contarle el polvo a alguien y como aquí tu novio no quería saber nada de mi relación con Ramón…

—Y sigo sin querer saber nada. En fin, tú sabrás lo que te haces, que ya eres grandecito y no soy yo nadie para meterme en tu vida, pero te estás metiendo en camisa de once varas…

—… y como ya llevaba un tiempo leyendo los relatos de aquella página…  Que conste, que quien me la aconsejó fue el santo varón de tu novio —Al decir esto le doy un suave y cariñoso pescozón en el cachete a JJ — No sé cómo, pero lo de escribirlo me pareció una buena idea. En menos de diez minutos tenía terminada mi reencuentro sexual con Ramón y, sin pensármelo ni un segundo, lo subí a la red.

Durante unos segundos me quedo callo, pues ni yo mismo me acabo de creer lo que estoy contando.

—Bueno, ¿¡ y qué!? —Pregunta con cierta impaciencia ante mi silencio, el novio de JJ.

—Que aunque el relato respondía al calentón de un momento y estaba muy mal escrito.  Me empezaron a llegar un montón de visitas. No daba crédito a lo que me estaba pasando, algo que yo había escrito había llegado a miles de gente. Gente anónimas, que sentadas en sus casas a cientos o miles de kilómetros estaban leyendo mis palabras. No sé explicarlo, pero una sensación de satisfacción me invadió. Eso fue el acicate que me animo a seguir escribiendo. ¡No sabes lo terapéutico que resulta ser! Sueltas todo lo que llevas dentro y te quedas como nuevo— Al decir esto último, no puedo evitar que una sonrisa ilumine por completo mi rostro.

—¿Y cómo es lo que dice el loro aquí presente —Mientras dice esto, señala burlescamente a su novio. JJ, en respuesta, le saca la lengua —, de que «Todo es verdad, todo es mentira»?

—Muy sencillo. Internet, como todos sabemos, es una puerta abierta para todo el mundo y nunca puedes saber quién está detrás de la pantalla, ni sus intenciones. Por muy bien que me venga contar las historias, ni por mucho que me guste, no voy a ser tan imbécil como para exponer mi intimidad ante completos desconocidos. No soy tan iluso.

« Como no quiero que nadie pueda inferir la persona real que se encuentra detrás de los relatos, cambio los nombres y omito muchos detalles que puedan dar pistas sobre ello. Aunque la esencia de la historia sigue siendo fidedigna, la envuelvo en mentiras para confundir.

«Por ejemplo, nosotros hoy vamos para los Caños, pues si esto fuera un relato, en vez de decir que vamos para esa playa, puedo decir que nuestro destino es Bolonia. ¡Qué más da, donde sea! El caso es que nos vamos de vacaciones, a una playa nudista, donde hay rollo gay. ¿Cambia eso el sentido de la historia y de lo que se quiere contar?

—Pues no. Tú lo que haces, más o menos, es lo que sale al principio de algunas películas « Aunque la historia está basada en hechos reales, se han cambiado los nombres de los protagonistas para preservar su intimidad » —Dice Guillermo con total convicción.

—Sí se puede decir que ese es el sentido.

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—Lo que no entiendo ahora es, si tan cuidadoso eres, ¿cómo es que JJ te ha pillado?

—Muy fácil. Yo estaba deseando contárselo, pero sucede que, a pesar de que es como mi hermano, me daba un poco de corte. Además de que no sabía cómo demonios afrontar el tema. Como lo conozco como la madre que lo parió, monté un relato con la historia de la camiseta amarilla y los pantalones; detalles que sólo conocía él. Sabía que con lo curiosón que es, terminaría descubriéndolo —Ahora quien, por la forma de decir las cosas, se cree más listo que nadie, soy yo.

—Eso a toro pasao es muy fácil decirlo —Interviene un poco enfurruñado JJ.

—Al relato que me refiero es a « Sexo, viagra y unos pantalones anchos de cintura» —Respondo con cierta solemnidad.

—Me acuerdo perfectamente, porque me lo leí dos veces. No me lo acababa ni de creer.

—¿ Qué es lo que cuento en ese relato?

—Pues no sé… lo de la camiseta amarilla y lo del dependiente de la tienda. Poco más.

—¿Y tú crees que eso le puede interesar al tipo de público que suelen leer  relatos eróticos?

—No sé, tú sabrás, tú eres el artista, yo simplemente pasaba por allí..

—Te puedo asegurar que no.  La historia era una especie de mensaje en una botella, por si tú entrabas y lo leías. Si por no haber, no había ni sexo que es el leitmotiv de mis historias.

— Entonces, ¿el relato lo escribiste para mí? —A la vez que JJ dice esto, los ojos se le iluminan como los de un niño al que le han regalado aquello que quería —¡Coño, vas a hacer que me emocione y todo!

—Pues ya tengo yo ganas de leer alguno de esos relatillos —Dice Guillermo, interrumpiendo con ello un momento no apto para diabéticos.

—A mí me gustan, aunque son muy guarrillos. ¡Vamos, que leyéndolos se te pone bien dura!

—La verdad es que empecé medio en broma, por entretenerme, pero al final le he terminado cogiendo el gustillo a eso de lanzar mil palabras al viento y que alguien las recoja.

— A mí también me gustaría escribir las cosas que me han pasado. ¡Mola mogollón!

Escucho a Guillermo y me queda claro que lo de contar historias de carácter sexual, no es que no le parezca una extravagancia, sino que le agrada bastante.

La situación me parece de los más inverosímil, llevábamos bastantes días sin vernos y por lo visto, lo más importante que tenemos que contarnos es que yo estoy escribiendo historias pornográficas en una página web. Aunque intento cambiar el tema todo mis intentos son en vano, tanto a Guillermo como a su chico, el tema les da morbo y no se cortan un pelo para seguir profundizando en él.

— ¡Oye Mariano! Si yo te contará una de mis experiencias ¿Tú serias capaz de subirla a esa página? —Me pregunta Guillermo buscando mi mirada a través del espejo retrovisor.

—Bueno, se puede intentar…

No he terminado de hablar, cuando Juan José, haciendo toda clase de aspavientos con las manos, interrumpe el discurso de su novio.

—Si tienes que narrar una vivencia de alguien tiene que ser una vivencia mía, para eso soy amigo tuyo de más tiempo. ¿Te he contado la vez cuando terminé mis estudios de Bachillerato que me líe con mi primo Francisquito o cuando pille al butanero de mi pueblo follando con un gitano yonki?

—No, pero como soy “más amigo tuyo” y hablamos más, seguro que tienes tiempo de contármelo. Deja ese complejo de “muerto en el entierro y niño en el bautizo” que tienes y deja que sea el hombre, al que tanto quieres, quien se desahogue contándome sus experiencias.

JJ mira a Guillermo, frunce el ceño levemente y, tras encoger la nariz en señal de desagrado, me dice:

—Vale, pero que sepas que voy según.  

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Lo que cuenta a continuación Guillermo es tan interesante que nos deja a los dos con la boca abierta.

Quince años antes

Era una tarde del mes octubre, quince hombres fornidos permanecían en silencio en el interior de unos rudimentarios vestuarios, quince titanes musculados, quince colosos agotados y magullados tras ochenta minutos de lucha por un ovalado balón. Quince gigantescas moles de músculo a quienes la tristeza movía como si fueran títeres.

El equipo visitante ha estado mucho mejor que ellos y lo saben; cuarenta puntos a tres no es un resultado del que puedan sentirse orgullosos. Lo normal es que después de una derrota, hubieran ido a emborracharse con el equipo rival; pero hoy perder el particular juego de rufianes que todos consideran que es un partido de rugby, ha sido como una pesada loza sobre sus corazones de caballeros y sus ganas de fiesta se han apagado como una vela en una noche ventosa.

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Por mucho que ellos quisieran disimularlo, la tristeza los empapaba por dentro y ahogaba las palabras en su garganta.  Uno a uno los jugadores se fueron desprendiendo de su equipación deportiva.   La visión de quince jóvenes desnudos caminando hacia la ducha y poder observar cada uno de los recovecos de esos incipientes deportistas, sería el sueño de muchos. Sin embargo, esta tarde no son una imagen evocadora de nada, pues solo son capaces de transmitir el desconsuelo que los reconcome por dentro.

Mientras el agua limpiaba sus sudados poros y sus manos enjabonaban cada uno de los rincones de sus vigorosos cuerpos, el único sonido que llenaba la estancia era el del agua al chocar contra la cerámica de la placa del suelo. Las bromas, las risas e, incluso, cualquier conversación frívola habían quedado lapidada por la humillación deportiva que habían sufrido.

Treinta manos viajando por montañas de músculos, nos podría parecer un espectáculo de lo más sugerente, con suficiente testosterona para levantar la polla del más pintado. Sin embargo, no había robustez alguna en aquellos penes, que miraban hacia el suelo, completamente faltos de vigor. La sensación de fracaso era tan profunda, que tras secar sus cuerpos, uno a uno, todos van abandonando las instalaciones, limitándose a musitar un ahogado «Hasta luego».

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Cuando todos sus compañeros se marcharon, Guillermo y Arturo, quienes se habían quedado rezagados a consciencia. Terminaban de secar sus cuerpos, sentados sobre sobre los bancos de madera.

Guillermo, al igual que todos sus compañeros, era poseedor de un cuerpo atlético. Un gran pectoral, cubierto de un largo vello castaño. Unos hombros y brazos bien formados, unas fuertes piernas, productos de muchos años de deporte. Quizás lo único que restara perfección al muchacho, fuera su baja estatura. Medía unos veinte centímetros menos que el resto de sus compañeros, quienes sobrepasaban de largo el metro ochenta. Lo que, paradójicamente, lo hacía destacar del resto.

Junto a él, Arturo pasaba su toalla repetidas veces por su zona genital. Su compañero no apartaba la mirada de aquel movimiento, con el que alternaba cubrir y mostrar de manera sensual un oscuro y semiflácido miembro.

Como el jugador de Rugby que era, poseía un cuerpo de músculos grandes, una espalda ancha, unos gigantescos hombros, que junto con sus peludas piernacas, eran sus inconfundibles señas de identidad. Si a eso le sumamos una piel morena, un cabello negro como el azabache y unos ojos grises. Era de lo más comprensible que  cualquier  hombre que le gustaran las personas de su mismo sexo, se sintiera atraído por lo que dejaba entrever debajo de la toalla.

Cuando el voluptuoso jugador de rugby terminó de secarse la entrepierna, dejó al descubierto un semi-erecto pene y unas peludas y enormes pelotas. Guillermo, como si se tratara de una jugada programada, alargó su mano y apretó entre sus dedos los huevos de su compañero de juego. La joven polla respondió mirando hacia el techo automáticamente, como si pulsaran un resorte. El joven deportista, considerando aquel gesto como un saque de centro, se dispuso a meterse aquella verga en la boca sin dilación alguna.  En el momento que sus labios rozaron el palpitante falo, la voz grave y desgarrada de su amigo lo detuvo.

—¡No !, sabes que prefiero que antes me lamas otra parte de mi cuerpo —Al mismo tiempo que decía esto, levantaba sus brazos, mostrando  con total sensualidad sus axilas.

La boca de Guillermo trepó desde su cintura hasta llegar a la libidinosa pelambrera.  Una vez allí, su lengua avanzó como un poseso por el impoluto sobaco.

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La cara de Arturo se contrajo en placenteros espasmos. De vez en cuando, Guillermo detenía su apasionado juego oral, para introducir su nariz entre los rizados vellos y aspirar el olor a virilidad que emanaba la piel de su amante.

Cuando su amigo se cansó de dar lengüetazos contra una de sus sobacos, paseó los labios por todo su pecho y prosiguió con el otro.  El entusiasmo con la que reanudó la labor interrumpida, fue mayor si cabe. Tras un pequeño concierto de quejidos placenteros, Arturo apartó la fogosa boca de su axila y dijo roncamente:

—¡Para, por favor, para!¡Ahora, quiero que me comas lo otro!

A continuación, con total descaro y de manera muy natural, se puso   de rodillas sobre el estrecho banco de madera, se puso en pompas y, apartando las cachas con las manos, mostró provocativamente el agujero de su ano. Guillermo, completamente excitado, se agachó e introdujo su lengua en aquel exquisito manjar. La caliente lengua danzó estrepitosamente sobre la rugosa superficie. Durante unos segundos, el único sonido que reinaba en la estancia eran los placenteros y ahogados suspiros de Arturo unidos al chasquear del paladar de su amante contra su ojal.  Repentinamente, unas estruendosas palmas rompieron el pequeño concierto sexual.

PLASH…. PLASH…. PLASH

—¡Una manera muy original  tenéis vosotros dos de celebrar una derrota! —Quien así habla es Javier, su entrenador —. Todos vuestros compañeros se van a casa cabizbajos y vosotros, con toda la desfachatez del mundos, os quedáis aquí mariconeando ¡Les parecerá muy bonito…!

celebrando la victoria

La rudeza de las palabras de su preparador físico, no las hacían menos cierta.  La churra de Guillermo, que segundos antes miraba hacia el cielo, se había encogido, como si quisiera meterse dentro de la bolsa de sus testículos. La repentina aparición de su mentor deportivo, lo había amedrentado más que la peor de las Hakas de guerra al inicio de un partido.

El muchacho no sólo estaba abochornado por la embarazosa situación en que habían sido pillados, sino que no podía ocultar que estaba aterrorizado. Aterrorizado, porque de ésta lo echaban del equipo. Le había costado tanto tiempo y esfuerzo conseguir una plaza en la federación. Su baja estatura había sido un hándicap con el cual había tenido que luchar y había tenido que demostrar con creces su valía como jugador. Cortarle un brazo, hubiera sido menos doloroso para él que el hecho de ser expulsado.

—La verdad es que no me esperaba encontrar un espectáculo tan guarro… ¿Por qué le estabas comiendo el culo, no?

Las palabras del entrenador estaban envueltas en el autoritarismo propio de su cargo, pero al mismo tiempo, desprendían una morbosa lujuria que dejaba entender que el espectáculo de los dos muchachos lo había puesto cachondo.

—¿Acaso pensabas follártelo, una vez lo tuvieras bien lubricado? —Al decir esto último, se agarró groseramente su paquete con una mano.

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Arturo, quien no se había  movido de la postura en la que estaba desde que el cuarentón entrara por la puerta, giró la cabeza levemente y cuando lo vio  avanzar hacia ellos, no pudo evitar  esgrimir una leve sonrisa maliciosa.

Guillermo, por el contrario, al verlo caminar hacia él acariciándose su miembro viril sobre la tela del chándal, no pudo evitar encogerse de miedo ante la insólita situación. Cuando llegó junto a él, le pasó los dedos por su barbilla y le dijo:

—¿ Pero sabes lo que prefiero que le hagas?

Los grandes y marrones ojos de Guillermo respondieron negativamente ante la inesperada pregunta.

— ¡Quiero que le comas la polla!  Me pone cantidad, ver como un tío con aspecto de macho se traga una buena berenjena. Ver como la llena de babas y van resbalando desde su capullo hasta los huevos. ¡Me pone y muchísimo!

Todavía Javier no había terminado la frase, cuando la polla de Arturo blandió, como un sable enhiesto, ante el rostro de su compañero de juegos. La aterrorizada mirada de Guillermo buscó aprobación en la de su compañero, quien, de manera despreocupada, le respondió acercándole más su miembro viril a la boca.

Con un deseo completamente apagado, el asustado joven se introdujo aquel nabo en la boca. No es que fuera muy grande, lo que llamaba la atención de él era su anchura y lo desproporcionado de su circuncidado capullo. Una vez tuvo el erecto trozo de carne en el interior de su boca, el entrenador, en un acto de clara dominación, empujó su cabeza contra la pelvis de Arturo. Sometido física y mentalmente, Guillermo   no pudo evitar dar un par de arcadas cuando el grueso tallo rozó su úvula. Irreflexivamente un mar de babas rebozó por la comisura de sus labios, hasta terminar impregnando el tronco del tieso cipote.

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Javier se relamía de gusto al contemplar como sus jóvenes pupilos se entregaban con impudicia a los gozos del sexo oral.   Mientras una de sus manos arremetía contra el cráneo del aterrorizado muchacho, la otra sacaba de su cautiverio un más que erecto pene.

La polla del entrenador era de muy grandes dimensiones, aproximadamente podría medir en torno a unos veinte centímetros. La oscura piel de su tronco la cruzaba un par de hinchadas venas de tono morado, culminando en una enorme y rojiza cabeza que parecía gritar provocativamente que la devoraran.

 Al acercar su cipote a la cara de Guillermo, encogió el mentón y dejó que una morbosa sonrisa se escapara por la parte inferior de su labio inferior. Tras dar dos o tres golpes con su miembro en la mejilla del muchacho, tiró con fuerza de su corto cabello y separó su boca de la polla del otro jugador. A renglón seguido, su nabo atravesó la recién desocupada cavidad bucal. En el momento que los labios del chico fueron envolviendo el erguido y grueso trozo de carne, unos quejidos de placer brotaron de los labios de Javier.

Arturo, quien en ningún momento demostró sorpresa por la llegada de su preparador físico,  para no quedarse fuera del fogoso partido sexual que se está jugando delante de sus narices, comenzó a pasar su mano por  el abultado tórax por encima de la camiseta, para poco después,  preso de la pasión, seguir acariciando el musculado torso bajo el fino algodón.

Guillermo no terminaba de asimilar del todo lo que estaba sucediendo con su entrenador, sin embargo, ni encontró las fuerzas para negarse, ni quiso hacerlo. Levantó la mirada levemente, el brillo que encontró en los ojos de Javier le dejó claro que estaba disfrutando y la sensación de opresión que sentía en el pecho se volvió menos agobiante.  Con las pulsaciones más calmadas y el corazón volviendo a latir a un ritmo normal, sintió como despertaba en su interior un deseo irracional hacia el miembro viril que estaba chupando y su polla, poco a poco, se fue llenando de sangre.

Una vez asimiló que no debía nada de temer por parte de su preparador físico, se dejó llevar y se volcó de lleno en regalarle una magistral mamada. Primero saboreó con la lengua el impresionante glande y, a continuación, una vez hizo hueco en su paladar para el portentoso misil, lo engulló en todo su esplendor. El resultado fue una película blanquecina de caliente saliva que terminó resbalando desde la parte baja de su labio hasta el final del tronco del oscuro cipote.

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Por su parte, el otro joven había desnudado el torso del viril entrenador y paseaba sus dedos por unas duras y macizas tetas sobre las que se dibujaba unos oscuros y casi rasurados vellos. Sus trapecios se erigían como dos montañas al lado de su cuello, dando paso a unos marcados hombros de los que colgaban unos impresionantes brazos. La perfección se quebraba en un abultado y atractivo vientre, que no respondía a ningún canon de belleza establecido.

Los labios de Arturo se posaron sobre una de los morados pezones y comenzaron a mordisquearlo, proporcionando placer y dolor por igual.  Los oscuros ojos de Javier se cerraron y su mente se dejó llevar a un lugar del que no quería volver. No obstante, el gozo fue tan intenso como breve, pues tan precipitadamente como devoró su tórax, dejó de hacerlo y se agachó tras él.

El muchacho palpó con cuidado el duro trasero durante unos segundos, tras los cual bajó hasta la rodilla el pantalón del chándal.  El corazón se le aceleró y los ojos parecían querer salírsele de las cuencas al contemplar el algodón de unos bóxer que envolvían aquel redondo y firme culo como si fuera una segunda piel.   Durante unos segundo, besó delicadamente el blanco envoltorio, como intentando prolongar el placer que le suponía tener aquel trozo de estatua griega ante sí.

En el momento que no pudo apaciguar más la pasión que bullía en su interior, deslizó de golpe la prenda íntima y dejó a la vista unos musculados glúteos. Sin dilación de ningún tipo, los comenzó a besar apasionadamente, para terminar mordisqueándolos suavemente a continuación. Casi sin darse cuenta, su lengua buscó su rasurado ano y lo terminó impregnando con su caliente saliva.

La imagen del maduro entrenador recibiendo los favores sexuales de dos jóvenes bocas era digna de la mejor película porno. Mientras Guillermo se tragaba de manera complaciente la morena verga, la lengua de Arturo le propinaba un prolongado beso negro. Javier gemía compulsivamente e, instintivamente, hundía con sus manos, y al unísono, las cabezas de los chicos en su cuerpo. La potencia con la que los arremetió propició   que Guillermo volviera a sufrir unas leves arcadas, impregnando de nuevo el nabo de Javier con una transparente y morbosa baba.

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Tras gozar de unos enérgicos minutos de sexo oral, pidió   a los jugadores que se detuvieran. Su voz tenía el mismo tono dominante que cuando les pedía que practicaran alguna maniobra en el campo. Sin dudar, los muchachos interrumpieron su lujuriosa labor.

—¡Cabrones! ¿Queréis acaso que me corra, sin probar vuestros deliciosos agujeritos? —Las palabras del preparador físico estaban impregnadas de autoritarismo y sarcasmo por igual.

Guillermo lanzó una visual a la enorme  polla que tenía frente a sí  sintió un escalofrío y notó como el miedo lo volvía pequeño. Le aterrorizaba ser atravesado por aquel enhiesto poste. Máxime, cuando hasta el momento, su culo no había sido explorado por ningún miembro viril.

Sin embargo, era tanto el respeto que profesaba a su instructor deportivo, que no encontró el valor para poner ninguna objeción y se limitó a bajar la cabeza de manera sumisa.

Un escaso minuto más tarde, siguiendo sus instrucciones, se había puesto a cuatro patas sobre uno de los bancos. Arturo había hecho otro tanto y se había colocado en la misma postura, frente a él.

—¡Ahora sacad el culo para fuera! ¡Que yo vea lo que me voy a follar! Si queréis, podéis besaros también. ¡No hay nada que me ponga más cachondo que ver a dos tíos comerse la boca!

Los jóvenes jugadores comenzaron a besarse, al principio, simplemente por acatar las órdenes de su instructor. Poco después, dejándose llevar por lo que le pedían sus cuerpos, terminaron abrazándose de forma desmedida.

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Mientras los chicos se adentraban en el terreno de la lujuria, el entrenador se fue desprendiendo de la ropa. Una vez estuvo completamente desnudo, observó detenidamente durante unos segundos al ardiente dúo, se mordió el labio libidinosamente y, colocándose en el centro de ellos, acarició la espalda de ambos del mismo modo que un jinete lo hace con la grupa del caballo que se dispone a montar.

Poco a poco, dejó de prestar atención  a Guillermo y fue centrando sus sentidos más en el otro jugador.  Comenzó a magrear su zona lumbar y de allí paso a sus nalgas, tras palpar notablemente sus glúteos, se echó un lapo en la palma de la mano, buscó el ano con sus dedos   y lo impregnó con el viscoso líquido.  Una vez considero que estaba suficientemente lubricado, introdujo el índice en su interior.  El joven, al sentir como invadía sus entrañas, lanzó un breve quejido, sin embargo soportó   con aplomo el leve dolor y, sin inmutarse apenas, siguió besando a su compañero, de manera más enérgica si cabe.

Javier, tras dilatar un poco la caliente cavidad con un dedo, se echó otro escupitajo y probó con dos, al comprobar que entraban sin aparente dificultad, buscó un preservativo en el chándal que se había quitado recientemente. Cubrió su mástil de carne con él, lo posiciono entre los firmes glúteos   y empujó sin dilación.

La enorme verga se internó, y sin demasiados problemas, en el recto del joven jugador. Tras los primeros envites, Javier consiguió que los esfínteres de Arturo se acomodaran al cuerpo extraño que lo invadía. Una vez consideró que no le haría daño alguno, comenzó a empujar progresivamente con sus caderas. Conforme el oscuro y grueso pollón fue saliendo y entrando del ano del muchacho con mayor facilidad, de su boca brotaron unos desproporcionados quejidos de placer.

—¡joooo,  vaaaaya cañaaa,  metemela hastaaa los huevoos!

Entregado como estaban la tremenda follada, se olvidaron momentáneamente de Guillermo, quien se sintió como si estuviera de más. Su entrenador al percatarse de que el tercero en discordia se sentía un poco desplazado, le pidió con un gesto que se subiera al banco, de modo que su erecta polla quedara a la altura de la boca de Arturo.

Preso de la fogosidad del momento, golpeó con su verga la cara de su compañero, quien se tragó el erguido miembro de golpe y, aprovechando la inercia de los envites que le daba Javier en la retaguardia, le regaló una mamada de lo más sincronizada.

Unos minutos de desenfreno sexual más tarde, el instructor físico pegó un respingó hacia atrás, sacó la polla del culo de Arturo, se desprendió del condón y dejó que un quejido seco saliera de su boca.

—¡Agggg… me coooorro! —Dijo mostrando a los chicos como el torso de su mano se impregnaba de borbotones de esperma.

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El ahogado grito del entrenador hizo las veces del silbato del árbitro, indicando el final del partido. Señal que fue como un resorte para los dos jóvenes, quienes se hundieron casi al unísono en el desfiladero del orgasmo.   Guillermo echó varios trallazos de leche sobre el rostro de Arturo, quien terminó derramando una monumental corrida sobre la madera del gastado banco.

Tras eyacular, el raciocinio pareció volver a Guillermo, quien se preguntaba qué es lo que acababa de suceder. Tenía un montón de preguntas para Arturo, pero el vértigo en el que se había sumido su mente, unido a la marcial presencia de su preparador, hizo que sus palabras se ahogaran en su garganta, en espera de un momento mejor.

Javier decidió que debían limpiar cualquier vestigio de la sección sexual que habían vivido, por lo que pidió a los chicos que se pegaran una ducha con él. Mientras el agua caliente chispeaba incesante sobre sus cuerpos, Arturo y su monitor deportivo no dejaron de besarse, abandonando a Guillermo en un creciente mar de dudas, sobre lo que allí había sucedido.

Una vez secaron sus cuerpos y se vistieron, antes de despedirse hasta la próxima sección de entrenamiento, el instructor deportivo se acercó de forma insinuante al más bajo de los jugadores, le metió un buen agarrón a su trasero y, acercando de forma sensual sus labios a su oído izquierdo, le dijo:

— Hoy me he quedado sin probar este culito, pero seguro que lo cato la próxima vez.

Al oír la abrupta proposición el muchacho sintió como si un puño atenazara su pecho, al tiempo que, de forma insólita, su virilidad volvía a despertarse.

****

— ¡Pero qué guarrillo es mi niño! —Dice JJ en un tono mitad enfado, mitad sorpresa —El tío prácticamente te viola, te dice que te va a follar y tú te empalmas como una perra…

—¿Te quieres callar? —Intervengo, intentando mediar ante la salida de tono de JJ —. Deja que el hombre termine con su historia.

—No, si ya he terminado… —El tono de Guillermo es un claro reflejo de que las palabras de su novio le han quitado las ganas de seguir contando más nada.

—Sí, hombre, lo que es polvo, sí… Pero tú a este hombre lo seguiste viendo ¿no? Y otra cosa, ¿cómo es que el entrenador, entró a saco al rollo? No me entra en la cabeza.

—Hay una explicación Mariano y es que no nos sorprendió en plena faena, tal como yo pensaba… Yo por aquella época era medio novio de Arturo y el muy puto era también medio novio con Javier. El cabronazo lo organizó todo para que el entrenador nos pillara follando y así poder hacer un trío. Después de aquello, repetimos varias veces, pero a mí los rollos a tres nunca me han gustado, pues siempre hay uno que se lleva la parte del león.

—¡Pues sí que era cabrón ese amigo tuyo —Recalco de forma solemne.

—Sí, ¡muy, muy cabrón! Porque el mal ratito que pasé cuando vi entrar al entrenador de repente, no se me olvidara mientras viva.

—Hablando de cabrones… —Interrumpe JJ con ese tono despreocupado y vivaracho que lo caracteriza —¿Sabes Mariano a quien vimos el otro día La Confección Británica?

— No, pero seguro que tú estás loco por contármelo.

—A Enrique….

Querido lector: El relato que acabas de leer se publicó hace unos años en la página que vieron nacer mis textos, a la hora de trasladarlo aquí he querido mantener el espíritu original y, aunque el texto al que se hace referencia en la conversación entre los tres protagonistas (Sexo, viagra y unos pantalones anchos de cintura) no se ha publicado de momento en “El vicio de escribir”. He decidido, en favor de la coherencia interna de la historia, no omitirlo en la narración.

 

Acabas de leer el décimo noveno episodio de “Historias de un follador enamoradizo”.

El presente arco argumental se coloca cronológicamente tras “Follando con mi amigo casado y el del ADSL». Consta de tres episodios, este que acabas de leer y dos más «Punta Candor siempre llama dos veces y «No quiero extrañar nada» (ambos se pueden leer ya en mi blog). Espero te haya agradado y me lo hagas saber con un me gusta. También puedes comentar algo al respecto. Gracias

10 comentarios sobre “Celebrando la derrota (Todo es verdad, todo es mentira)

  1. Estimado sr Machi:
    Le escribo para decirle que Pepito y yo le seguimos leyendo aunque a veces se nos olvide darle al me gusta. Esto del móvil te lleva siempre corriendo por todos lados y encima teniendo que tapar la pantalla, para que la gente no vea las fotos y dibujitos tan bonitos que Vd enseña.
    Un saludo

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    1. Hola mis “niños pérdidos”:
      La verdad es que os hacía por ahí con Peter Pan y el Capitán Garfio, del tiempo que hace que no me escribís nada, en Navidad porque era Navidad y había que estar con la familia, ahora en Enero porque estáis de Rebajas, en Febrero porque me voy de Carnaval… ¡Hijo mío, vosotros no sois de Extremadura, vosotros sois dos miarma y me tenéis engañado!
      Fuera de broma. Aunque se echan de menos vuestros comentarios tan graciosos y tan divertidos, sé que me leéis porque de vez en cuando me ponéis unos “megusta” muy bonitos.
      En cuanto al Mayordomo, creo que en la tercera parte es más que obvio. Es algo que intentaré corregir en la versión definitiva.
      Un saludete.

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