¡ Ofú, qué calor! (3 de 4) Inédito

La historia hasta ahora: Paloma tras una noche desastrosa de salir a pillar cacho, recibe la visita de dos técnicos que vienen a instalarle el aire acondicionado. Tras flirtear con ellos, termina seduciendo a ambos. No obstante, aunque está muy caliente, no le gustan los cuerpos sudados, por lo que invita a los dos tíos a darse una ducha con ella.

Los dos amigos intercambian una mirada de perplejidad y, tras conversación tan pequeña como silenciosa, acceden de buenas ganas a la proposición de la mujer.

Sin protocolos de ningún tipo, los hace pasar al baño, un habitáculo bastante espacioso donde además de los habituales accesorios: el tocador, el inodoro, el mueble para las toallas, la ducha… se puede ver, ocupando prácticamente la parte frontal una pequeña bañera de hidromasaje.

Fran al verla  da un codazo a su colega y le sonríe picaronamente. Paloma percibe el gesto, arquea las cejas  astutamente y, tras darle una toalla a cada uno para que se duchen, pone a funcionar el pequeño “yacuzzi”, mientras observa detenidamente como los dos hombres se despojan de su uniforme de trabajo.

Hay poco de striptease en el modo en que los dos atractivos individuos se desprenden de sus ropas. Robert lo hace despacio, con un poco de reparo de desnudarse delante de una desconocida y máxime en el estado de excitación que se encuentra, al contrario que su compañero que se quita en un santiamén hasta la última prenda y se mete rápidamente en la ducha, sin importarle  lo más mínimo tener la polla mirando al techo, ni que su mejor amigo lo esté observando disimuladamente.

Los cuerpos de ambos, tal como pensaba Paloma, están lejos de ser los prototipos que se pueden ver en un gimnasio. Aunque hay muy poca grasa en sus cuerpos y casi toda ella acumulada en el entorno del abdomen, ninguno de los dos muestran la estereotipada musculación de los chicos de anuncio. En cambio, su ancho pecho, sus voluminosos brazos y sus fornidas piernas están lejos de ser la de unos blanditos.  Si a eso se le suma que ambos son bastante peludos y tienen unos buenos culos. La muchacha no deja de relamerse ante  su inesperada conquista matutina y sus ganas de follar con ellos  no puede ser mayor.

Se arrodilla junto a la bañera, mete una mano en el agua para comprobar su temperatura  y deja que su mirada se deslice, sin ningún pudor, por el cuerpo del operario calvete mientras este se termina de desprender de toda la ropa.

Fran, tras enjabonarse concienzudamente y aclarar la espuma bajo el agua de la ducha, cede su sitio a Robert. Mientras se seca, y al comprobar que la chica no le quita ojo de encima, comienza a pasar libidinosamente  una de sus manos por su pecho, por su barriga, hasta llegar a su pelvis, donde coge su herramienta sexual y la comienza a acariciar  con morboso brío, como si se estuviera masturbando.

Paloma está tentada de caer bajo sus influjos, pero desde que ha visto lo fascinado que ambos se han quedado al ver la bañera de burbujas una impulsiva travesura se ha aparcado obsesivamente  en su pensamiento, por lo que  si cede a sus instintos y se va para él para hacerle la mamada que su cuerpo le pide realizar,  no va a poder hacer realidad su pecaminosa fantasía. Así que adopta una actitud mitad bobalicona, mitad picara y le responde.

—No seas egoísta  y no quieras empezar la fiesta sin tu amigo. Además, he pensado que en el “yacuzzi” nos lo podemos pasar mucho mejor.

—¿Cabremos los tres? —Pregunta Fran si dejar de presionar su miembro viril entre los dedos.

—Por supuesto, un poco apretados, pero creo que es mejor así —Al  terminar de responderle, la mujer se pone de píe casi de un salto y  se quita la parte de arriba del pijama, dejando al  aire unos  hermosos pechos redondos y firmes que se convierten en una tentación para el caliente operario.

Robert que se estaba tomando su tiempo en ducharse, al ver cómo se va acelerando los acontecimientos fuera y temiendo quedarse sin su parte de trozo del pastel, se enjuaga el jabón rápidamente, coge la toalla que le dio Paloma y se da toda la prisa que puede en secarse los pies para no resbalarse.

Pese a que sabe que está rompiendo no sabe cuántas normas éticas y laborales no puede evitar sentirse en un momento que no puede dejar pasar, no tanto por el pedazo de tía que está hecha Paloma, sino por compartir sexo con su amigo del alma. Sin pensarlo, acelera sus pasos en dirección al “yacuzzi”.

Aun así Fran le ha cogido la delantera, se ha ido para la dueña de la casa y, tras ponerle las manos en la cintura, la está besando apasionadamente. Transcurridos unos segundos y al ver que su compañero no se acopla a ellos dos, le hace una señal para que lo haga.

El gesto Fran y la naturalidad con la que lo invita a participar en otro  beso a tres, hace que se enciendan multitud de alarmas en su interior.  Tiene claro que la chica está buena para rabiar, pero es que lo de antes ha sido algo muy gay y a su amigo, a quien siempre había considerado macho cien por cien, aquello parece traerle sin cuidado. Lo peor  de todo es que a él,  no es que únicamente  no le haya desagradado aquel viaje por su lado homosexual, es que le ha excitado un montón. No se atreve a  pensar que se deba a que se siente atraído por su colega, le gusta creer que porque se trata de algo novedoso y que se sale de la monotonía tan propia de las relaciones de pareja a las que su mujer lo tiene acostumbrado.

Sin embargo, tiene muy claro que el cimbrear de su polla no responde a estar con aquel monumento de mujer, tiene claro que lo que más le excita es estar cerca de Fran, sentir su aliento mezclándose con el suyo, mientras su mano aprieta con fuerza su nuca. Sin poder evitarlo, vuelve a lanzar una visual al erecto miembro viril de su compañero y, para su sorpresa, no le desagrada lo más mínimo.

Pese a que está tentado de negarse, aquel balancearse por ese tentador abismo le pone más de lo que él quiere reconocer, avanza con paso firme y se une a ellos. Al principio con cierta cautela, pero al ver como Fran le echa un brazo por los hombros, formando una especie de círculo, deja de preocuparse por lo moral o no de lo que está haciendo y se dedica a vivir un momento que difícilmente considera pueda volver a repetirse.

Si la primera vez que se besó con su compañero y Paloma estaba más preocupado en analizar los motivos por los que se encontraba haciendo aquello, en esta segunda ocasión deja sus perjuicios fuera y, al igual que Fran, se vuelca en disfrutar  al máximo de lo que hace.

A Paloma la facilidad con la que los dos viriles repartidores están cayendo en su trampa la tiene ensimismada, durante unos segundos llega a pensar que han mantenido previamente relaciones, sin embargo las dudas que ha demostrado tener el segundo para unírseles no tienen nada de fingido y solo un buen actor podría disimularlas.  Así, como tiene claro que no tiene a Robert de Niro delante,  llega a la conclusión de que  si alguno de los dos  ha tenido algo con hombres antes ha sido el calvete. Cosa que por otro lado le parece la mar de  lógica, pues es de los dos quien tiene pinta de gustarle  guarrear  más que a un tonto un lápiz.

Fran nunca ha sido un ligón, pero tiene mucho mundo recorrido y sabe reconocer a una viciosa cuando la tiene delante.  Piensa que la acaudalada señorita  de los cojones, como toda la gente de dinero, es una pervertida  de marca mayor. Desde el primer momento que se les insinuado a su colega y a él, se ha dado cuenta la tía ha ido buscando un rollo gay entre ellos dos. Por eso no ha puesto ninguna pega al beso y si tiene que cogerle la churra a su amigo se la va a coger, como si tiene que hacerle una paja. Hace tanto tiempo que no echa una cana al aire y  ni está con un monumento de mujer como ella,  así que de ningún modo va a dejar pasar, y por unas minucias de nada,  lo que considera una oportunidad de oro.

Además es de la absoluta convicción de que ni él ni Robert van a volverse bujarrones, por comerse la boca o masturbarse mutuamente. Si lo van hacer es para poder follarse el fabuloso pibón que se les ha puesto a tiro, lo que no tiene muy claro si su colega, con lo suyo que es para estas cosas, se va a volver un mojigato y van a tener que dejar pasar la extraordinaria ocasión que se les ha presentado.

Mientras sus cuerpos y sus lenguas se entrelazan, el deseo y la pasión se hacen más poderoso. Paloma no puede reprimir el hambre de sexo que crece en su interior, libera una de sus manos y la lleva al miembro viril de Fran y lo comienza a masturbar suavemente.  El calvete, por su parte, le quita la mano que le tiene echada por los hombros a la chica y agarra uno de sus pechos. Le mete un magreo tan contundente que la mujer no puede evitar separar sus labios de los de ellos y ponerse a jadear como una perra en celo. Si este prólogo al placer no fuera suficiente, Robert mete la mano bajo su ropa y empieza a acariciar magistralmente con su dedo índice  la raja de sus glúteos.

De un modo casi violento, la atractiva rubia, se zafa de sus dos acompañantes y con una generosa sonrisa en los labios les dice:

—¿Bueno, queréis probar las burbujas relajantes o no?

Los dos treintañeros, quienes todavía no asimilan que una mujer sea la que lleve la batuta en el tema sexual, asienten con la cabeza. Esperan que la  chica se termine de desvestir y la siguen al interior de la bañera de hidromasaje.

Aunque la indumentaria de Paloma dejaba poco lugar a la imaginación, verla completamente desnuda es otra cosa bien distinta. Robert, quien en un principio tenía sus dudas en tener sexo con una clienta por los posibles problemas que le pudiera acarrear, al ver  la aparente dureza de nalgas y sus firmes pechos vibrar a cada paso que da, no puede alegrarse más de la loca decisión que ha tomado. Si a eso se le suma que su coño completamente depilado recuerda el de una jovencita, las ganas por hacer suya aquel pedazo de hembra no pueden ser mayor.

No obstante, por mucho que le atraiga la chica, lo que realmente le motiva, por mucho que le pese, es compartir sexo a tres con su compañero. Simplemente imaginar como el nabo duro y gordo de Robert profana la raja de Paloma y su miembro viril parece tomar vida propia.

La bañera es pequeña, pero caben los tres perfectamente. La chica se sienta en la parte central, Fran lo hace a la izquierda y su compañero a la derecha.  El primero  en echar un brazo por encima de Paloma y buscar sus labios, es Robert, quien parece haber abandonado todo el recato de un principio y deja fluir con naturalidad la pasión que bulle en su interior.

La muchacha, sin dejar de besar al fornido moreno, mete las manos bajo el burbujeante líquido y se pone a masturbar a ambos hombres al unísono. El calvete pone una mano sobre su rodilla y la sube sigilosamente  por su muslo  hasta llegar a su sexo. No puede evitar gemir de placer, al notar como los rudos dedos se abren paso a través de los labios  de su vulva y  acarician su clítoris.

Hacía tiempo que no la tocaban de ese modo tan brusco y siente como un  agradable escalofrió recorre su espalda. Sin embargo, por mucho que le ponga los ademanes bastos de los operarios, no está dispuesta a dejar que sean ellos quien tome la iniciativa en todo momento  y vuelve a detenerlos en seco.

Aunque intenta evitar que se noté que no está de todo contenta por como trascurren las cosas, su forma de comportarse lo hace de lo  más evidente. Deja de besar a Fran y saca los dedos del otro hombre del interior de su coño. Los dos tipos siguen un poco desconcertados por cómo lleva la situación y cómo se comportar, pero parece no importarle, pues se limitan a hacer lo que les pide, sin poner objeción alguna:

—¡Levantaos, por favor! Que ahora que estáis bien limpios, no me va importar comeros la polla.

Cuando los dos hombres se ponen de píe, Paloma se arrodilla sobre el suelo de la bañera. Está a punto de llevar a cabo la fantasía que se vino a la mente cuando los vio desnudarse, teme que le puedan poner alguna pega, pero considera que no tiene nada que perder y prefiere correr el riesgo.

Los dos operarios colocan sus erectas vergas a ambos flancos de su rostro, como si fueran dos pequeñas lanzas dispuestas a atravesar sus mejillas. Las atrapa a ambas con sus manos y las acerca a sus labios, al principio se limita simplemente a pegar unas pequeñas chupaditas sobre su glande,  más tarde recorre con su lengua los pequeños pliegues del interior del prepucio y finalmente se mete los hermosos capullos hasta casi tragarse el tallo, todo eso alternando los favores de su boca entre un nabo y el otro.

Una vez considera que tiene a ambos comiendo de su mano, la mujer da un paso más en su fantasía de sacar el lado bisexual de los dos operarios. Acerca una churra a la otra,  comienza a rozar  sus cabezas entre sí y, a continuación, intenta chuparlas las dos al mismo tiempo. Levanta la mirada para valorar la reacción de ambos y lo que ve no deja de sorprenderle. En el rostro de Fran se pinta una maliciosa sonrisa de satisfacción, mientras la expresión de Robert denota sorpresa a la vez que en sus ojos muestran manifiestamente  el lisonjero brillo de la lujuria. Más que complacida  ante como se va terciando los acontecimientos, prosigue con la singular mamada.

Incapaz de tragarse el gordo falo de Fran, junto con el de su amigo. Coloca uno junto al otro, mete su cabeza entre ambos y comienza a pegarle pequeñas mordiditas a sus testículos. Alza la vista de nuevo y percibe que la distancia entre ambos es mínima. El uno invade el espacio vital del otro de un modo acosador, por un momento la mujer creen que  están a un milímetro de darse un beso. Cada vez tiene más claro que estos dos mantienen virgen su lado homosexual, por lo que sabe que si quiere embaucarlos del modo que ha imaginado, no va tener más remedio que trabajárselo duro, lo que supondrá una recompensa mayor.

Una traviesa y perversa idea asalta su mente de nuevo. Sin pensárselo, decide llevarla a cabo. Con una mano junta ambas vergas, mientras que la otra la apoya en la zona lumbar de Fran, a quien considera con menos perjuicios de los dos, y empuja hacia delante. Poco a poco, el rostro del calvete se va aproximando al de Robert, libera a los falos del agarre de su puño  y  presiona con este  en la cintura del otro operario. En principio,  únicamente se dan un pequeño piquito, pero la tensión sexual termina enmarañando sus sentidos y sucumben a un pasional beso en el que da la sensación de que quisieran devorarse mutuamente.

Contemplar como los dos hombres acceden  a hacer realidad sus deseos,  ponen a Paloma tremendamente cachonda. Atrapa los dos mástiles de su entrepierna con una mano y comienza a masturbarlos, frotando el uno con el otro. La mano que la queda libre la lleva a su sexo, está tan mojada que sus dedos se impregnan rápidamente de sus flujos vaginales.

Robert siempre había tenido a su colega en un pedestal. Su forma de abordar las cosas le encantaba, pues el modo en que a él le gustaría hacerlo, pero nunca se atrevió. Era descarado cuando la situación lo requerría, plantaba cara a quien se pasaba con él, cuando le gustaba una chica se le insinuaba y nunca se negaba a una buena juerga. Hoy, mientras sus lenguas danzan la una con la otra apasionadamente, llega a la conclusión de que siempre, en el fondo,  se había sentido atraído por él  y que, en su pequeña cobardía, siempre se lo había negado. Sentir como sus penes friccionan entre sí, al tiempo que sus bocas casi se sueldan en un pasional muerdo es algo que cree haber  estado esperando mucho tiempo y se entrega por completo a ello.

Fran nunca había besado a un tío, a lo más que había llegado era a dejarse hacer una mamada por un compañero marica que tuvo una vez en el trabajo. De siempre había pensado que darse un muerdo con un tío debía ser lo más repugnante del mundo, sin embargo, la rubia lo tiene tan cachondo que no le ha importado comerse la boca con su mejor amigo, lo más sorprendente de todo es que le está gustado una barbaridad. Aun así, temeroso ante la desconocida parte de sí a la que se está enfrentando, aparta  fulminantemente los labios de su colega y,  rápidamente, adopta una postura fría e impersonal.

Por mucho que disfrute de este polvo, por mucho que le agrade comerse la boca con Robert, sigue teniendo perjuicios y no sabe si estos, después de lo que está sucediendo entre ellos, le permitirán seguir mirando a la cara a su mejor colega. Por lo que decide llevar la iniciativa y, por muy buena que esté la tía, no le va dejar manipularlos más del modo que lo está haciendo.

Tras acabar con el beso  del mismo modo súbito con que se inició. Fran quita la mano de la mujer de su polla, se dirige a ella en un tono que roza lo grosero y le dice:

—Veo que te gustan muchos los jueguecitos, pero ya me estoy cansando de tantos preámbulos y me gustaría meterla hasta los huevos.

La rubia se queda un poco desconcertada ante la beligerancia en las palabras  del calvete, está tentada de contestarle una fresca, pero considera que parte de la culpa de su rebote la tiene ella por forzar tanto las cosas. Como está loca por sentir aquel enorme trozo de carne dentro de su caliente gruta, se levanta y en un tono casi imperativo les dice:

—Pues nos secamos bien  y nos vamos a mi dormitorio. Así compruebo que tal  funciona el  aparato de aire acondicionado que me habéis instalado.

Mientras se secan,  Robert no se quita de la cabeza la salida de tono de su compañero y cree que el responsable es él  por haberse entregado tanto en el fantástico muerdo que se han propinado. Durante unos segundos baja la cabeza avergonzado, como si hubiera cruzado una puerta prohibida y esta le llevara a perder una amistad que tanto valora. Se siente tan culpable que su expresión es de completa pesadumbre.

Fran lanza un breve vistazo a la entrepierna de su colega, la dureza que presentaba su polla instantes antes ha desaparecido por completo de manera fulminante. Como cree que su terquedad es quien ha propiciado aquello  y no quiere que la confianza que los une se vea perjudicada. Le echa un brazo por los hombros, acerca su boca a su odio y le susurra:

—¿Tú has hecho alguna vez una doble penetración?

Robert arquea las cejas  un poco confundido y niega con la cabeza.

—Yo tampoco, pero me parece que nos vamos a estrenar.

Paloma ignora que está cuchicheando el calvete a su compañero, pero por la forma de mirarla sabe que están hablando de ella. Ser el centro de atención y sentirse deseada es de las cosas que más le ponen en el mundo, por eso se limita a sonreír por lo bajini, mientras que se dice: « Pues si esto os ha gustado, lo próximo os va encantar»

Concluye dentro de dos viernes…

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